miércoles, 23 de marzo de 2011

REVISANDO EL ESTANTE GRASESANO


EL NACIONAL - Lunes 21 de Marzo de 2011 Escenas/2
Pedro Grases y Stefan Zweig
PALABRAS SOBRE PALABRAS
LETRAS
FRANCISCO JAVIER PÉREZ

La relación pudiera parecer curiosa por deshabituada. Si bien lo más perdurable en la obra del maestro español serán siempre los estudios dedicados a los orígenes de la imprenta, a las fuentes de la Independencia y al pensamiento decimonónico (Bello, Baralt, Acosta, Rojas y etc.), todo lo que escribió, desde el más breve al más complejo de sus textos, deviene en recorrido iluminador de noble perduración.

Es el caso de la reseña que escribe en 1943, con destino al número 3 de la revista Bitácora, sobre la autobiografía del ensayista, narrador y biógrafo austríaco, titulada El mundo de ayer (aparecida en alemán en 1942, ha sido editada de nuevo por la Editorial El Acantilado en 2002, la misma que se ha ocupado de reinsertar toda la obra del ensayista austríaco en los ámbitos libreros hispánicos actuales, como lo hiciera en su tiempo la Editorial Juventud; una y otra en muy bellas ediciones), a sólo un año de saberse la desdichada muerte del escritor (la tragedia ocurre en Petrópolis, Brasil, al acordar suicidarse junto con su esposa, en un rapto a lo Kleist, uno de sus poetas preferidos; el mismo autor que había estudiado amorosamente en su perturbador libro La lucha contra el demonio, el año 1925). El texto crítico ha sido recogido en el volumen 12 de las obras del sabio bibliógrafo.

Un quinteto de anotaciones lo reporta como sustantivo en la evaluación del cronista.

La primera nota sentencia el carácter de la obra y la huella de sensible perturbación que deja: "Hemos terminado la lectura del testimonio más impresionante de la tragedia de estos tiempos".

La segunda ensaya la definición: "La autobiografía de Zweig nos deja la más profunda impresión de un espíritu selecto, destruido por la insania desbordada en nuestros días. La sensación de impotencia de la individualidad ante los instintos y los hechos destructores, es tan insistente, que durante la lectura de sus páginas corre constantemente, a flor de piel y en lo más íntimo, el escalofrío de la vida inútil".

La tercera, al polemizar con el "ayer" del título para hacerlo un rotundo "hoy" de estremecidas incidencias, devela la intención tras el texto memorialista, en donde la descripción de todo ayer se hace perturbadoramente descripción de todos los hoy venideros: "No es, lamentablemente, el mundo de ayer, sino el nuestro, el de hoy aterrador, prolongada destrucción y aniquilamiento de los principios más caros y esenciales de lo que llamamos civilización".

La cuarta se empeña en el relato de una vida que oscila entre la plenitud de la alegría de bien hasta un final, insinuador de propio consuelo deificado, que parece motivarlo la seña de exterminio humano que se exhibe por doquier el año 1940, a sólo un año del abatimiento de las fuerzas vivas del célebre biógrafo.

La quinta nota será de conminante sensibilidad frente a la delgadez de los límites que separan la gloria de la ruina: "Meditemos ante la desventura de un hombre selecto que triunfó, a quien le sonrió el éxito gracias a su poderoso esfuerzo, pero que rindió desfallecido su existencia, derrotado por la sinrazón de los tiempos".

Tiempos que el crítico no hace sino insistir en que son también, perturbadoramente, los nuestros: un hoy que nunca termina.

Fotografía: Don Pedro Grases en magnífica muestra ubicada en la red de redes, tiene por respaldo tan extraordinaria estantería.

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