lunes, 21 de marzo de 2011

EL SOPORTE PORTÁTIL


Del ministerio espiritual materializable
Luis Barragán


Frecuentemente, los portales noticiosos y las redes sociales recogen situaciones semejantes, las que - quizá por hastío - no trepan ya los impresos. Una delegación parlamentaria, rareza de la particular Asamblea Nacional que tenemos, visitó la planta lechera de Machiques para indagar sobre las causas de putrefacción del producto consumido por las llamas: "de vaina no los linchó una poblada de chavistas (del pueblo más afectado por esta pérdida)", extendiendo el comentario Luis Guillermo Espinoza en torno a "tanta irracionalidad" y masoquismo.

En otra ocasión, a propósito de un texto nuestro sobre Libia, el amigo de muchos años reclamó una mayor objetividad debido a la “presencia contundente” del presidente Chávez en la escena internacional, despachándose algunas consideraciones que desembocaron en la “cayapa imperialista” que ahora se afinca en Kadafi, en un mundo tan injusto que tampoco nos satisface. Quisimos ilustrarlo con casos concretos, sugerir además que las relaciones internacionales sabe de variadas teorías frente al “panóptico” que intentó, hasta insistirle con ironía que no abrigamos postura reaccionaria y derechista alguna.

¿Qué ocurre en las profundidades de la Venezuela actual, después de doce años?, ¿acaso se debe a la ausencia de una opción políticamente alternativa, según la otra amiga de muchos años? Peor, ¿creemos que bastará con el relevo electoral de 2012, mientras no logramos una distinta cultura política, reivindicando importantes elementos como el de la democracia hecha vivencia cotidiana que el Estado Comunal - otro ejemplo - se lleva olímpicamente por el medio, obviando la selección por votación directa, universal y secreta de sus integrantes?.

Insuficiente ejercicio, por el exceso de ejemplos diarios y concretos, requerimos de razones más articuladas, coherentes y profundas para abordar esa radical propensión al masoquismo. Y, paradójicamente, podemos hallarla en nociones como “alienación” y “plusvalía ideológica”, trabajadas por el desaparecido Ludovico Silva.

Grosso modo, en un caso, la persona se convierte en cosa por obra del capitalismo, desconociéndose a sí misma, fenómeno absolutamente histórico y no antropológico, como gustaba precisar Silva. Empero, esto que los adscritos al humanismo cristiano concebimos como despersonalización, igualmente ocurre en regímenes como el que cursa en la Venezuela actual que deja – a guisa de ilustración – en pañales los dos febriles tomos de Luis Britto García significativamente especializados en las máscaras del poder.

En otro caso, las situaciones aludidas adquieren una asombrosa legitimación por los mismísimos afectados, que ya no sólo ven y defienden al régimen que lo creen suyo a pesar de las evidencias contrarias, sino que empeñan sus mejores esfuerzos en justificar la soberanía personal del líder. Puede decirse, frente a la desindustrialización discursiva e institucional de naturaleza democrática, hay una industria cultural del Estado, obvia y esencialmente mediática, coincidente con una práctica prebendaría y clientelar que los petrodólares autorizan, que hace rentable espiritual y materialmente el ejercicio de poder.

Desde la propia literatura marxista es posible ensayar una crítica sustentable frente al gobierno que se declara adicta, aunque la desconozca. Versamos sobre una escuela que, acaso inadvertidamente, reseña espléndidamente la realidad que un buen día dijo transformar. Y, valga la cuña, el virrey cultural del régimen no por casualidad acomete la empresa de la llamada “Transformación Revolucionaria de Caracas”: acogidas las denuncias de Teodoro Petkoff, el señor Farruco Sesto prosigue el ministerio espiritual que se materializa en la sociedad rentista que ha ayudado a profundizar, prometiéndose un formidable negocio que los afectados no tardarán en justificar o legitimar.

Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2011/03/del-ministerio-espiritual-materializable/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=750189
Ilustración: "Autocomposición", Oscar Vautherin.

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