sábado, 26 de marzo de 2011

¿DÓNDE SE ENCUENTRA LA VERDAD, AHORA?


TAL CUAL, Caracas, 18 de Marzo de 2011
Un verdadero librero es un lujo
Sebastián de La Nuez

Javier Marichal tiene en su cabeza la historia a retazos de las librerías caraqueñas que marcaron época, aquellas alrededor de las cuales -sobre todo debajo o cerca de las torres del Centro Simón Bolívarse reunían intelectuales, políticos, artistas y/o personas sin oficio conocido a arreglar el país que ellos mismos contribuían, con ahínco, a desarreglar.

En la Centro, en el pasaje Río Apure y bajo la égida del muy querido Sergio Alves Moreira o de José Valdivia, un ex miembro del Frente Sandinista, quizás se fraguaron novelas, quizás se pactaron alianzas partidistas; en todo caso, se bebió caña de la buena frente a su fachada o en la trastienda, luego del cierre. Marichal era un crío todavía en bachillerato cuando comenzó a trabajar allí.

Y allí aprendió este oficio que es su pasión porque le ha permitido perpetuar las mañanas de sábado encaramado a una escalera al fondo del local de las hermanas Pardo en La Candelaria, muy cerca de su casa, donde conoció mundos ajenos y los hizo propios, como debe ser.

¿El librero es una especie en extinción? Ahora que ha cerrado Lectura, y algunas sucursales de editoriales reducen su personal o mudan su sede a Colombia, ¿es hora de apagar la luz y comprar un kindle a través de Amazon con los recursos que a bien tenga otorgarnos Cadivi?

ESPIRALIA

Marichal nació en la isla de la Gomera, llegó a Venezuela cuando tenía 5 años y lleva sobre sus hombros una bondad inteligente que manifiesta, de alguna manera, cuando cuenta cosas. Colecciona libros-álbum, en su mayoría dedicados al niño y al adolescente, volúmenes en donde la ilustración dialoga con el texto, no es que lo complementa. Por supuesto, es fanático del oscarizado Shaun Tan y de su novela muda Emigrantes. Habla Marichal, si le preguntan, de una época de oro de las librerías en Caracas. Recuerda cuando llegaban hasta Sabana Grande o, a lo sumo, a Chacaíto. En el centro se fueron perdiendo, hacia finales de los 80, puntos de encuentro, mejor que librerías, como Pensamiento Vivo (luego Centro), El Gusano de Luz y Washington.

Todas las librerías de antes, salvo Suma, hasta hoy inasequible al desaliento aun sin anuncio frontal en Sabana Grande, han desaparecido. Ahora el este toma el relevo con locales donde se intenta rescatar la cultura del encuentro mediante un "conversatorio", un bautizo o un coctel: El Buscón, Kalathos, Libroria, Alexandría.

Marichal habla de complicidades. De la complicidad que se puede establecer, más allá de la relación cliente-librero. Gente a la que uno termina debiendo algunos libros, y no exactamente porque te los haya fiado (o puede que sí, además). Marichal esta hecho de esa pasta, y tiene de poeta y de utopista. Eso se nota en un librito suyo y de otros cuatro poetas que apareció hace poco, se llama Espiralia y comienza así: "Lo bello surge de abrirle alas al verso escrito dentro".

Una anécdota: Marichal visitaba la librería Centro antes de entrar a laborar allí; era un espacio muy pequeño tapizado de libros.

La vitrina no era en verdad vitrina, sino libros apilados unos sobre otros, con la portada pegada al vidrio externo, sostenidos apenas por un nailon.

Después de algunos años volvió a pasar por el sitio donde estaba la librería y el local era, en ese momento, desmantelado para instalar allí otra cosa: ya habían quitado todo y lo único que quedaba era un espacio al fondo que se veía claramente porque había sido el único trozo de pared libre, donde estaba el teléfono. Muchos de los que habían pasado por la librería dejaron allí su firma: Denzil Romero, Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier... Preguntó a los obreros si sería posible desprender ese pedazo de pared para llevárselo. Los obreros lo miraron extrañados pero consultaron con alguien más, y al final le dijeron que eso no era posible.

Javier Marichal recuerda ese momento, y también recuerda que se le aguaron los ojos porque junto con la pared se le iban las firmas, y junto con las firmas un periodo de su vida, de la historia de Caracas. El progreso sigue su curso en plan Caterpillar, silencioso y desalmado.

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