jueves, 24 de febrero de 2011

LA QUEBRADURA DE LOS PUENTES


Polémica de tradición
Luis Barragán


La Guerra Federal parece asunto del pasado remoto, únicamente útil para las incansables faenas propagandísticas del chavezato. El general Ezequiel Zamora, un emblema decisivo del actual oficialismo, salido paradójicamente del anonimato gracias al primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, dice legitimar a un socialismo que, por si fuera poco, prácticamente lo pronosticó.

Nuestro interés no es el de hacer ahora un balance histórico de las luchas que culminaron en el Tratado de Coche, reeditando ideas y hechos con un distinto sello, el del no menos decisivo bolivarianismo de Guzmán Blanco. Y es que, con motivo del centenario del acontecimiento, hubo un discurso necesario de recordar.

Fundamentalmente, por 1959, el diputado Luis Herrera Campíns críticó a la sociedad capitalista haciendo caso de las lecturas socialcristianas de entonces. Junto a Jean Marie Domenach, no sólo apuntaba a la necesidad de construir un orden social diferente a través del combate democrático, sino reportaba las convicciones y anunciaba los debates que hicieron de la democracia cristiana venezolana un importantísimo referente ideológico en la década de los sesenta.

Preocupaciones y propósitos por lograr un distinto destino común, patrimonio que jamás fue monopolio del marxismo que hoy lo cree política y moralmente propio e inexpugnable, a través de su peor versión: el chavezato. Hay una polémica de tradición, imposible de sostener sin el concurso de voces de extraordinario calibre, que le anteceden, empalideciéndolo, de cara a una realidad por siempre perfectible.

Ese oficialismo de petulantes consignas e inaguantable vanidad de poder, reinventor del agua tibia, no es ni podrá ser el único intérprete de los anhelos de libertad, igualdad, democracia, justicia, prosperidad y – hasta agreguemos – de la propia revolución del pueblo venezolano. Sobre todo porque tan irresponsable ejercicio del gobierno ha ido en un camino evidentemente contrario, limitando severamente las libertades públicas, estableciendo odiosos privilegios con la propulsión – además – de una nomenclatura estridentemente esnobista, fingiendo un juego democrático donde no lo hay, consagrando las injusticias, llevándonos al cadalzo de la miseria, adulterando los cambios sociales reclamados y esbozados década y tanto atrás.

Otros movimientos y corrientes político-ideológicas, por lo menos en lo que concierne a la democracia cristiana, enarbolan sus banderas, incluso, con un sentido autocrítico que contrasta con otros que muy pocas veces salen a flotación. Hay realidades universales como la del mercado, imposible por los momentos de desconocer a través de la implantación de modelos que exigen una demencial exclusividad, como el comunismo o el capitalismo liberal.

La polémica que se hizo tradición, urgente de retomar con la vista puesta en una futura transición democrática, pide sobriedad y actualidad de pensamiento para – literalmente – participar de los consensos necesarios. He acá la dramática diferencia entre el compromiso verídicamente democrático y el que no lo es, y – además – entre los asuntos que son existenciales y esenciales frente a los mediáticamente realizadores del gesto trivial que nos agobia.

Fuentes:

http://www.noticierodigital.com/2011/02/polemica-de-tradicion/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=741129

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