jueves, 23 de diciembre de 2010

nota para un regreso desde la banalidad extrema









EL NACIONAL, Caracas, 27 de Diciembre de 1996
Navidad, linda Navidad
MASSIMO DESIATO


Ahí va! El bullicio, el estremecimiento, la conmoción se apoderan de la ciudad: Es Navidad. Tiempo de movimiento, de ajetreo, traqueteo y zarandeo; tiempo de publicidad intensificada, de compras masivas, de colas y de cajeros sin plata; tiempo de bebida y comida, de bailes, tiempo de tasca, de mesón, de fonda, de hostal. Navidad, ¨tiempo de paz y de amor?

Quizás deberíamos volver a pensar la Navidad. ¨Qué celebramos con ella? Difícilmente puede creerse que es un tiempo de recogimiento familiar, pues el consumismo que lo rodea tiende más bien a dispersarnos, a no tener en absoluto tiempo. En principio evocamos el nacimiento de Cristo. Pero ¨qué significa hoy día tal cosa? ¨Cómo vuelve a nacer la palabra de Cristo entre nosotros? ¨Cómo asumir el cristianismo en las actuales condiciones? ¨Es un simple acto de ``maquillaje social''? Nos sentimos más bondadosos por unos días y luego regresamos a lo de siempre: La indiferencia.

Me gusta pensar que el cristianismo es ante todo una actitud ante el mundo, una manera de vivirlo; mas precisamente, de reformarlo continuamente superando las alteraciones y distorsiones que nosotros mismos introducimos. En esta dirección el cristianismo es una acción concreta sobre el otro, una actitud que mira hacia el cielo para tener un horizonte firme en la tierra, nunca una mera compensación consolatoria para resignarse totalmente y cruzarse de brazos. Así, la Navidad debería ser el momento en el cual uno piensa cómo practicar esa reforma, cómo lograr que la sociedad se vuelva mas justa, una morada más humana y humanizante, donde la gente pueda crecer y reconocerse como persona. Pensarla, además, concretamente, desde los espacios que uno habita, concibiendo la propia reforma como parte de la reforma del mundo.

Un cristianismo de la acción antes bien que del templo, pues de poco sirve volverse a encontrar en la iglesia si la comunidad real y efectiva está quebrada. De asumir la Navidad desde esta óptica, el ajetreo y el bullicio deben dejar espacio a una actitud más moderada: Nacería así un espacio en el cual cada quien podría preguntarse qué hacer concretamente para mejorar las condiciones de este país en el cual estamos a veces indiferentemente. Pues no hay país donde hay otros que no son parte de un nosotros: Donde se margina económica, social y culturalmente.

Me gusta pensar en un cristianismo que en lugar de entregar respuestas genere inquietud, interrogantes auténticas sobre cómo conducir nuestras vidas en atención a las vidas de los demás. En consecuencia, en una Navidad ejercida desde el genuino deseo de empezar a cambiar las cosas que están mal: Una Navidad transformada en un espacio para la reflexión de la sociedad, para el nacimiento de una conciencia política concebida como comprensión de los problemas del otro.

En cambio, festejamos. Qué cosa, ya no se sabe bien. Quizás la Navidad se haya reducido sólo a una suerte de anestesia, a un no querer pensar ni comprender en lo absoluto, próxima en esto al espíritu del circo romano. En ese caso, más vale repetirse varias veces: ``Navidad, linda Navidad''. Tal vez de tanto hacerlo terminemos creyéndolo.

Ilustraci´´on: http://www.diariodeleon.es/comunes/recursos_comunes/20109_g.JPG

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