lunes, 13 de diciembre de 2010

mc, seleccionario cinco


EL NACIONAL, Caracas, 30 de Noviembre de 1997
Manuel Caballero: Clausurar el Parlamento sería un salto al vacío
WILFER PULGARIN

Crítico constante del ejercicio autoritario del poder, el historiador Manuel Caballero dijo que las presiones al presidente Rafael Caldera para que disolviera el Congreso no fueron ocultas y que, por el contrario, hubo personalidades, como Moisés Moleiro, quienes plantearon ``por todo el cañón'' que el jefe del Estado procediera en ese sentido.

-Si Caldera hubiera cedido, efectivamente hubiera podido hacerlo, sobre todo por el poder omnímodo que tiene en toda América Latina la institución presidencial.

A su juicio, ese paso habría resultado un salto en el vacío y coincidió con el mandatario venezolano en cuanto a la inconveniencia de la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente.

-En Venezuela hemos tenido -argumentó- 25 constituciones y todas ha habido que sustituirlas, a pesar de que eran absolutamente perfectas. La actual (de 1961), con todas las imperfecciones, es la más vieja. Aquí en Venezuela lo revolucionario no es convocar una Asamblea Nacional Constituyente, porque nuestra historia está plagada de ellas, lo revolucionario es conservar la Constitución que tenemos, con posibilidad de modificarla, para lo cual ella misma da pie.

Consideró que exageran quienes vieron una ``amenaza velada'' en el discurso que pronunció el presidente Caldera en la instalación de la X Convención del MAS. Además, dijo, nadie se va a atrever a disolver el Congreso cuando apenas le queda un año de mandato.

-¨Cree que esta polémica es consecuencia de los recientes enfrentamientos entre los dos los poderes públicos?

-El enfrentamiento se va a ahondar a medida que avance el año electoral, porque hay una cosa curiosa: tenemos cerca de 30 candidatos y todos son de oposición, ninguno es del Gobierno. Esa es una tajada demasiado sabrosa, porque efectivamente los resultados del plan de ajustes se han visto en su primera fase, la más impopular, y sería una tontería negar que este Gobierno es impopular. Pero también es cierto que se le está cayendo a plomo a los ministros -con o sin razón-, mientras al Presidente se le mantiene un poco al margen, lo cual indica lo importante que ha sido que Caldera le haya devuelto la majestad a la Presidencia.


EL NACIONAL, Caracas, 23 de Octubre de 1998
CUENTA DE LIBROS
Ni Dios ni Federación
ALEXIS MARQUEZ RODRIGUEZ

Una vez dijimos que Manuel Caballero es "el feliz poseedor de uno de los más brillantes estilos ensayísticos que ha conocido nuestro país". Mucho después, recientemente, ratificamos tal afirmación a nuestro modo, diciendo que "siento envidia de lo bueno que son los libros de Manuel, de lo bien documentados y mejor escritos que están, y sobre todo de cómo se venden". Esto último fue en respuesta a un impertinente, que pretendió censurar a los críticos -nosotros incluidos, por supuesto- dizque porque ninguno ha dicho nunca que no le gusta algún libro de Caballero. En nuestro caso es verdad. Son pocos los libros suyos que hayamos comentado, no porque los otros no nos hayan gustado, sino porque Manuel trabaja tanto que, a parte de cierta tendencia suya a no dejar trabajar a los demás, no le da tiempo a uno para comentar cada libro de su autoría. Pero lo esencial es que sí, que nos gustan muchos los libros de Manuel Caballero, entre otras razones -y ésta lo es de primordial importancia- porque están lejos de la perfección, y suponemos que no debe haber cosa más aburrida que leer un libro perfecto, si es que alguno hay que lo sea.

De Manuel se dice comúnmente que es historiador. No lo ponemos en duda. Pero al mismo tiempo ocurre que leyéndolo, uno va perdiendo paso a paso la noción de que lee a un historiador, sin que esto signifique que, en efecto, no lo sea. No es eso. Es que su prosa, y el dominio por él adquirido de una técnica que hace muchos años "inventó" monseñor Montaigne, hacen que uno lo sienta más ensayista que otra cosa, incluso que historiador. No porque pensemos que el historiador no pueda ser ensayista, sino más bien porque la prosa de Caballero revela una vocación peculiar, que rinde tributo al historiador, es verdad, pero al mismo tiempo busca evadirse de los cánones historiográficos, soltarse las amarras y navegar sin rumbo fijo. Lo cual nos parece, desde nuestra trinchera de lego en esa iglesia, que no es propio del verdadero historiador, pero es evidente que con ello el lector inteligente sale ganando.

Polémico por esencia, constitucional y quizás hasta visceralmente, a menudo bordea la irreverencia, y hasta el riesgo personal. Donde es mejor es en la réplica. Hace poco, una amiga común, con motivo de haberlo agredido un fulano en una entrevista periodística, nos comentó, toda preocupada, cómo se sentiría Manuel ante la frase hiriente, y le dijimos: No te preocupes, que debe estar gozando. Y espera la respuesta... Y en efecto, tres días después apareció, en la sección de cartas a El Nacional, la réplica magistral: ocho o diez líneas cuya carga demoledora era inversamente proporcional a su extensión.

Todas estas reflexiones -confesamos su deliberada subjetividad- nacen ante la nueva edición de un libro de ensayos de Caballero, que acaba de entrar en circulación: Ni Dios ni Federación (Planeta Venezolana, S.A., Caracas; 1998. 14 x 21 cm 308 pp). No sabemos por qué no lo habíamos leído antes, pero hacerlo ahora nos ratifica en cuanto ya habíamos dicho y ahora repetimos. Se trata de un libro misceláneo, de ensayos agrupados en tres secciones: I) "Escrituras de la Historia"; II) "La guerra de los cien años"; III) "Ni Dios ni Federación". Los nombres de las secciones revelan al historiador. Pero la lectura de cada texto, si bien reafirma esa revelación, al mismo tiempo evidencia aquella vocación antes dicha, de llevar lo histórico más allá de lo historiográfico, aplicando en cada caso el escalpelo analítico con una agilidad que ya quisieran poseer muchos de sus detractores.

Quizás la clave de todo esté en que Caballero mira lo histórico, no tanto como hecho pasado, sino como raíz del presente y, sobre todo, como semilla del futuro.

Muy oportuna la reedición de este libro, en momentos en que la gente se apresta a votar. Estamos seguros de que la lectura de muchos de estos ensayos ayudará a hacer la mejor selección.


EL NACIONAL, Caracas, 27 de Octubre de 1998
Manuel Caballero, historiador de las Venezuelas
Juan Liscano

Estuve "extrañado" de Venezuela de 1953 a 1958, año de la caída de Marcos Pérez Jiménez. Hoy lo pienso: "para mi bien". Venezuela es lima del fastidio, del no superar, de la reiteración incansable. Debo haber conocido y tratado con amistad y aprecio, a Manuel Caballero, en ese "extrañamiento" que me devolvió, por voluntad de Pedro Estrada, a Europa, donde transcurrieron antes años infantiles y juveniles.

Ya contaba unos 40 años, edad de la plenitud. Caballero, nacido en 1931, cursaba la década de sus 20 años. Nos conocimos en reuniones políticas de exiliados, en actos públicos como el rendido a la memoria de Leonardo Ruiz Pineda, en noviembre de 1953, donde leí el poema escrito a raíz de su muerte debida a un agente de la Seguridad Nacional, y aún inédito. Formé parte del equipo de resistencia de Ruiz Pineda.

En París, capital de los desterrados venezolanos, traté al joven miembro del Partido Comunista Venezolano, Manuel Caballero quien, lo recuerdo, me manejaba por los meandros de la relativa acción política. Su vocación de liderazgo era evidente. Sin embargo, los sucesos de Checoslovaquia, en 1968, lo alejaron de la militancia comunista, pese a un peregrinaje efectuado en 1955, a Pekín y a Moscú. Desfiló ante las momias de Lenin y Stalin. En 1991, en El Diario de Caracas, el sábado 31 de agosto, apareció un escrito suyo recordando esos once días de vertiginoso viaje.

Del artículo de prensa pasó al ensayo y al libro. Desde 1976 cuento 17 publicaciones suyas centradas en un concepto bien definido de historiografía contemporánea crítica y analítica de los aconteceres de la política, abarcando el recuento de nuestra historia nacional y episodios del internacionalismo comunista. Cada vez se aleja más de este segundo tema pues el hundimiento de la URSS le resta contemporaneidad.

De manera que la esencia vital del trabajo historiográfico de Caballero es la contemporaneidad y su tejido político. Para Caballero la pasión por compender nuestra historia y delinear su contenido lo guía desde que resolvió ser escritor, hacia 1970. No se le escapa que política es lucha por el poder, y que el poder corrompe. No obstante recorre en sus libros y ensayos, sin cesar, nuestro acontecer histórico y político, desde la Independencia hasta hoy, en un crónico discurrir que otorga nuevo sentido a las cronologías, las efemérides, las fechas, lo sucesos, los actores, extrayendo de esa interminable realidad de hechos: comprobaciones sociológicas, psicosociales, críticas, analíticas, cronológicas, polémicas novedosas, sobre las guerras por el poder, desde el inicio del proceso republicano. Bajo el rótulo de crisis, trata de establecer los lineamientos generales de los sucesos que determinaron las innumerables "guerras" de nuestra historia en los siglos XIX y XX, las cuales culminaron en 1903, con la derrota de la Revolución Libertadora y el triunfo de Juan Vicente Gómez, general intuitivo pero certero, hombre hecho por las circunstancias a las que domina desde 1908 hasta su muerte. Uno de sus libros más cautivante se titula: Gómez, el Tirano Liberal (1988). Entiendo por liberalismo la doctrina política de los federales, de los Guzmanes, vago soporte de las ambiciones de poder, desde Simón Bolívar hasta el bolivariano Chávez del caótico y mediocrísimo proceso electoral de este 1998. La lectura de los trabajos de Caballero referentes a nuestra historia ponen en evidencia los cambios sociales muy relativos y la persistencia de los mismos vicios, siendo la corrupción administrativa gubernamental, fruto de la tradición regalista española, como él lo escribe, el más visible. También resulta acertado, su análisis en Ni Dios ni Federación (1995), de la enfermedad patriotera bolivariana, culto laico sustitutivo de la religión, lo cual lo remite inevitablemente al fenómeno chavista del 4 de febrero de 1992, adversado por él.

Las Venezuelas del siglo XX (1988) culminan las Venezuelas del siglo XIX estudiadas en ensayos y libros suyos, Cito El Nombre de la Cosa, El Poder Brujo, La Crisis de la Venezuela Contemporánea, Rómulo Betancourt. No se trata, en general, de libros estancos, sino de recopilaciones de artículos y ensayos que enderezan o revuelven la temática historiográfica de la lucha por el poder; los sentidos del igualitarismo; el pensamiento del liberalismo: el carácter de nuestras interminables guerras civiles. Escapan a esa temática algunos ensayos y artículos, así como el libro El Orgullo de Leer (1988), interesados en literatura.

Su escritura abunda en citas en francés, oportunas, lo cual habla en favor de su estadía parisina y sus estudios allí. Pero intenta tomar distancia con el europeísmo. Fluyente, atractivo, sin adornos, sin rebuscamientos filosóficos o literarios, su discurso convence por la erudición viva que ofrece, el esfuerzo de objetividad y la novedad de algunos planteamientos básicos. De la pequeña Venecia a la Gran Venezuela (1997), debería formar parte del "pensum" escolar, síntesis inteligente de nuestra historia.

EL NACIONAL, Caracas, 31 de Julio de 1999
Sección de Cartas
Sobre Manuel Caballero

Con perplejidad leí las declaraciones que diera el historiador Manuel Caballero a el diario El País de España del pasado domingo 25 de julio, en relación a la corrupción que ha empobrecido y desacreditado al país. Caballero, con un discurso de opositor desmesurado, afirma: "La rabia no es porque roben, sino porque no les dejan nada que robar" o "todo el mundo está contra la corrupción, como contra el pecado, pero todo el mundo peca, porque es muy sabroso".

Las palabras del señor Caballero generan una terrible confusión, y hacen pensar que quienes deseamos un país diferente, donde la corrupción sea lo menos y el trabajo y la dignidad lo más, estamos enfurecidos porque no nos dejaron nada para robar. La síntesis poco responsable del historiador también haría pensar a quienes en el exterior no conocen nuestra realidad social y política, que somos un país de pillos con un sentido muy aleatorio de la decencia.

Desvirtuamos la verdad y el debate frente a los foráneos al permitirnos reproducir con frases triviales y criollismos vacuos (que aportan variada candela a un periodista extranjero y nada de nada a las ideas), la misma conducta del actual gobierno: los chavistas -entre los que no me cuento- piensan que los que no están con ellos son corruptos, y los antichavistas, que de algún modo se mimetizan con Caballero -entre los que tampoco me cuento-, catalogan al resto como ladrones en potencia, como corruptos que no lo son por el simple hecho de no haber podido formar a tiempo parte del botín. La gran mayoría de venezolanos que por formación cívica y decencia familiar somos inocentes del saqueo nacional, y que desde hace años deseamos fervorosamente que la justicia fije las responsabilidades que correspondan, se nos haría menester conocer si el historiador Manuel Caballero es honesto por convicción o si le ha tocado ser honrado por la fuerza.


Enrique Moya Estocolmo, Suecia


EL NACIONAL - JUEVES 28 DE SEPTIEMBRE DE 2000
La gestación de Hugo Chávez se presenta en Madrid
Manuel Caballero se adentra en la democracia venezolana
La Casa de América, en la capital de la nación española, es el escenario en el que se presenta el último título del historiador venezolano, quien analiza en la edición 40 años de "luces y sombras de la democracia venezolana"

La gestación de Hugo Chávez, que -a juicio de su escritor- resume 40 años de "luces y sombras" de la democracia venezolana, será lanzado al mercado español, después de haber recibido una importante acogida en Venezuela, donde la editorial Cyan-Catarata ya habla de éxito de ventas, a pesar de su reciente salida al mercado.

La presentación del libro estará a cargo de José Deniz, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, y Jesús Armando López García, profesor de la Universidad de Oriente en Venezuela.

Caballero ha dividido el libro en dos partes esenciales, el denominado ascenso, que lanza una mirada escrutadora desde el período que va entre la caída de la dictadura de Pérez Jiménez (1958), hasta la debacle de los precios del petróleo y la llegada al gobierno del demócrata cristiano Luis Herrera Campins (1978). La segunda parte se inicia en ese mismo año (1978) y recorre los hechos acaecidos en una década, hasta la caída del sistema de partidos, que se concreta con la llegada de Hugo Chávez a la primera magistratura en 1998.


Democracia satanizada

Al conversar sobre su obra, Manuel Caballero parte de la "satanización" que durante estos dos últimos años se ha realizado de la democracia venezolana. "La percepción de que estos 40 años han sido de decadencia, no resiste el menor análisis. La situación de deterioro que se vive actualmente, no es el reflejo de 40 años de crisis. Hay que partir de la base de que nunca en la historia de Venezuela, tantos venezolanos habían vivido en mejores condiciones, durante esos años".

El proceso de "deterioro" de la situación venezolana, según el escritor, obedecería entre otros aspectos, a la afluencia de dinero que percibió el país y que propició la corrupción. "Había absoluta libertad de prensa y esto ha permitido ampliar la difusión de los casos de corrupción, lo que sirvió para tomar conciencia de ese fenómeno como 'delito".


EL NACIONAL, Caracas, 18 de Octubre de 2002
Manuel Caballero: “Hay que decirle no al golpe militar”
Coordinadora Democrática suscribió Pacto por la Unidad y la Reconstrucción
14 partidos y 30 organizaciones civiles firmaron en un acto realizado en la Sala de Conciertos del Ateneo un acuerdo para recuperar la cohesión del país y restablecer la convivencia pacífica y la tolerancia
CELINA CARQUEZ

La Coordinadora Democrática suscribió el Pacto por la Unidad y la Reconstrucción Nacional. En un acto que se llevó a cabo en la Sala de Conciertos del Ateneo de Caracas, 14 partidos y 30 organizaciones civiles firmaron un acuerdo que recoge las acciones de emergencia que se emprenderán, una vez que el gobierno de Hugo Chávez llegue a su fin, bien sea luego de la convocatoria de unas elecciones adelantadas o por otra salida institucional. El periodista e historiador Manuel Caballero, quien fue el orador de orden, dijo que “a medida que avanzo en edad soy más enemigo de las improvisaciones y por eso rechazo este Gobierno improvisado, que nos está llevando al abismo. Este pueblo no acepta ni aceptará una dictadura”.

Caballero afirmó que el pacto suscrito por la alianza opositora es la única garantía “de que no nos vamos a ir en sangre” y agregó que evitará una guerra civil. “Es una represa contra la violencia”, apuntó. “Hay que decirle no al golpe militar. Comprendo que estén deseosos por salir de esta maldita pesadilla, pero no sucederá cambiando un monstruo por otro. Para salir de una pesadilla, hay que despertarse y eso es lo que propone este pacto”, sentenció. El pacto surge como respuesta a la crisis que afronta el país y por el convencimiento al cual llegó la oposición de que “el Gobierno actual nos dejará un panorama de urgencias, de agravamiento de la pobreza, de problemas institucionales, de carencias y crisis de todo orden, cuya superación efectiva sólo será posible con la unión de todos los sectores, en un esfuerzo solidario para la recuperación de Venezuela”, dice textualmente el texto del acuerdo. Antes de leer un extracto del documento, el vicealmirante retirado Rafael Huizi Clavier, del Frente Institucional Militar, pidió un minuto de silencio por la muerte del Manuel Alfredo Rodríguez. Luego, Huizi Clavier aseveró que con ese acuerdo se comprometen a “emprender el combate a la pobreza y todas las formas de exclusión social, para garantizar la paz y el desarrollo sustentable, con justicia social. Recuperar la cohesión de la Nación venezolana que nos integra como ciudadanos de una misma República y restablecer la convivencia pacífica y la tolerancia, con respeto a nuestras diferencias, y reinstitucionalizar el Estado civil y democrático de derecho, para que nos garantice la igualdad real en el ejercicio de todas las libertades y derechos ciudadanos; el acceso equitativo a la justicia, la legitimidad de reglas de juego para la expresión democrática del disenso o el consenso y la eficiencia y transparencia de la función pública”.

Huizi Clavier señaló que “la recuperación de Venezuela necesita el compromiso de todos los sectores democráticos y representa un desafío enorme para el liderazgo del país”, al tiempo que agregó que la situación de ingobernabilidad que atraviesa el país es consecuencia “de la ineficiencia, corrupción y populismo del régimen autoritario del presidente Hugo Chávez y por su acción devastadora sobre las condiciones de vida de la población”.

Acuerdos para la reconstrucción
Garantizar la restitución efectiva del régimen democrático y su profundización, el ejercicio pleno de las libertades y los derechos.
Doble vuelta electoral y reducción del período presidencial a cuatro años.

Renovación de todos los poderes públicos a través de los mecanismos establecidos en la Constitución.Restablecer la integridad e institucionalidad de la Fuerza Armada y devolverle su papel institucional y apresto operacional.Ejecutar un programa de emergencia que garantice la seguridad ciudadana y neutralice cualquier foco de terrorismo y subversión, con estricto apego a los derechos humanos.Activar la aplicación del marco legal existente para sancionar la impunidad en los hechos de corrupción y otros delitos contra la Nación.Instrumentar políticas para superar la pobreza y la exclusión. Poner en marcha un plan masivo de empleos con acciones urgentes. Declarar la emergencia nacional en salud y desarrollar acciones de urgente atención a la infraestructura hospitalaria. Normalizar las relaciones de Venezuela en el exterior y el apego de Venezuela a la Carta Democrática Interamericana, los tratados y convenciones Internacionales sobre derechos humanos y otros acuerdos y compromisos suscritos por el Estado venezolano.

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