martes, 28 de diciembre de 2010

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EL NACIONAL - Lunes 27 de Diciembre de 2010 Opinión/8
Libros: William M. Johnston
NELSON RIVERA

Algo pasó. Con una densidad, recurrencia y diversidad, que pasma. Porque no se limitó a escritores y filósofos. Se trató de una explosión del genio, del que formaron parte economistas, físicos, teóricos del derecho, compositores, pintores, críticos, teólogos, lingüistas, psicoanalistas, médicos, estudiosos de los procesos biológicos, teóricos de lo social, científicos de distintas disciplinas, pensadores. Advierto al lector: me he quedado corto en la enumeración anterior.

Pasó por noventa años, aproximadamente, entre 1848 y 1938, hasta que Hitler anexó Austria al Tercer Reich. En una geografía que tuvo como su centro a Viena, que iba de Lemberg (en Galitzia) a Trieste, de Praga a Sarajevo, de Bregenz (Austria) a Czernowitz), coincidieron en poco menos de un siglo, tres o cuatro generaciones de figuras enormes en prácticamente todos los campos del saber y de la creación, decenas y decenas de nombres y apellidos, cuyos aportes y obras adquirieron la categoría de hitos del siglo XX.

Basta con que mencione aquí a Freud, Mach, Schönberg, Kafka, Wittgenstein, Mahler, Kelsen, Zweig, Roth, Adler, Buber, Lukács, Schumpeter y Kokoschka, para que sea nítido el fenómeno que William M. Johnston, historiador norteamericano especialista en la cultura centroeuropea, estudia en el texto canónico que es El genio austrohúngaro. Historia social e intelectual, 1848-1938 (KRK Ediciones, España, 2009).

Magna tarea, que el historiador resuelve haciendo uso de artes enciclopédicas: fundamentado en un profuso inventario de investigador, Johnston ordena centenares de breves biografías, que van sumando argumentos al empeño de contestar a la doble pregunta de explicar cómo fue que en una pequeña región del mundo, en un momento específico de la historia (el Imperio Austrohúngaro) fue cuna y calle de apogeo semejante y, además, por qué ese auge fue, en sus figuras más detonantes, un boom protagonizado por judíos.

Johnston se vale de su referencia más inmediata: comparado con la vocación metafísica de Alemania, Austria parece haber estado dominada por un cierto empirismo, que asumió una hipótesis cultural de profundo impacto en las clases intelectuales y científicas: la de una cultura heredera de las tradiciones de la Ilustración, la idea de que en Viena y las ciudades conexas se habían establecido las más generosas y sensibles vocaciones europeas. Leído como libro o como enciclopedia, el genio austrohúngaro despliega su intenso carácter anglosajón: sus páginas abruman por la cantidad de datos. Y algo más: el objeto es primoroso: uno de esos libros que uno disfruta con los ojos, los dedos y las manos.

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