domingo, 26 de diciembre de 2010

algunas notas


EL NACIONAL, Caracas, 20 de Octubre de 1996
Aquí hace calor
Libre como un pajarillo bravo
ANIBAL NAZOA


Ya Carlos Andrés cumplió sus primeras 24 horas de gloriosa libertad. El pasado miércoles, a las doce en punto de la noche el líder de la Gran Venezuela salió, cual crisálida que abandona el capullo, agitando las alas en su gesto característico. Atrás había quedado el grito tradicional del cabo de presos.
-­Ese Carlos Andrés Pérez, con sus corotos!

Y el muchacho de Rubio, jipucho, ojeroso, consumido por el largo cautiverio que lo dejó materialmente en el hueso, surgió de las sombras para reincorporarse al torrente de la política nacional. Pero lejos de mostrarse derrotado, triste o achicopalado tras el duro castigo, sale enérgico, desafiante, dispuesto a cobrárselas completas a los infieles adecos que lo privaron de su condición de Primer Adeco de la Nación. Ante este cuadro de tenacidad y fortaleza indestructible del gran capitán tercermundista, a un colega que me pidió mi opinión dirigiéndome el clásico ``¨Qué te parece?'', le respondí incontinente.

-­Castigo de Dios!

Sí, castigo de Dios es lo que viena ahora, no para los adecos alfareros que botaron al iracundo CAP, sino para todos los venezolanos que ayudamos a derrocarlo o permanecimos indiferentes ante sus padecimientos. ¨No queríamos ver caer al más alto representante del poder adeco? Pues ahora la cosa va a ser más pior, y paso a explicar por qué.

Según se ha anunciado a través de todos los medios de comunicación, la respuesta de CAP a quienes lo defenestraron ignominiosamente no se hará esperar y será nada menos que ésta: CAP reunirá a sus seguidores, que según él son muchos, y fundará un nuevo partido. ¨Se imaginan ustedes lo que esto significa? Pues nada más y nada menos que esta pelusa: Los venezolanos, que tanta leña adeca hemos llevado en estos últimos cincuenta años, ahora no tendremos uno solo, sino ­dos partidos del pueblo! Si con uno solo Venezuela ha estado a punto de desaparecer, ¨cómo será con dos? No quiero ni pensarlo. Este anuncio de Carlos Andrés es como la más siniestra versión del viejo dicho ``al que no quiere caldo, dos tazas''. ¨Os fijáis? ­Eso nos pasa por salir de asomados a impedir que Carlos Andrés concluyera su período constitucional! ­Castigo de Dios!, repito.

Lo que se avecina, por lo pronto, es algo así como una versión política de la Guerra de las Colas cuyas bajas no se producen en ninguno de los dos ejércitos enfrentados sino en la indefensa población civil que recibe los botellazos a cambio de nada. Ya me imagino cómo será la competencia entre los dos gigantes de la industria electorera.

Seguramente el partido de Carlos Andrés, respondiendo punto por punto a las acometidas de la Acción Democrática original, copiará fielmente los atributos del partido con ligeras modificaciones. Así, por ejemplo, la nueva tolda -para emplear el clásico término adeco- se llamará AD (Acción Demográfica). Utilizará el mismo escudo, es decir, la misma arepita tricolor pero sustituyendo la antorcha por un bombillo, más acorde con estas proximidades del siglo XXI, que sea ésta más propia de la edad de las cavernas. En cuanto al Himno, me imagino que la primera estrofa de la nueva organización comenzará con algo así como

Adelante a luchar, cachicamos

a la voz de la repartición ...

Como AD-bis no se puede resignar a que el alfarismo se quede con ese símbolo inmortal del pueblo adeco que es el Juan Bimba las huestes perecistas aprovecharán para anunciar un nuevo boom de la economía nacional sacando a la luz un robusto Juan Bomba que, naturalmente, en vez del mísero bollito de pan llevará en el bolsillo una dorada canilla de a doscientos bolos. Por su parte, el Humilde Billetero que tiene la Mano Manca cederá su puesto a un próspero sucesor, el Humilde Mayamero que trabaja con la Banca y, en vez del ya aburrido ``¨cuánto hay pa'eso?'' preguntará: ``¨cuánto hay pa'l queso?''.

Los héroes de la Resistencia bien pueden quedarse en el partido viejo, que para eso el nuevo cuenta desde ya con los héroes de la Reincidencia. Asímismo, los militantes del Partido del Pueblo N§ 2 se comprometen a pagar en vez de la gastada Cuota de Sacrificio un modernísimo Giro de Sacrificio.

Por último, ni qué decir tiene que para demostrar su fidelidad a la memoria del Fundador y Padre Común, el lema del partido carlosandresista, ya aprobado por el SAN (­adiós al viejo CEN!) será:

``Por una Venezuela libre y de los betancurianos''.


EL NACIONAL, 2 de Junio de 1996
TULIO HERNANDEZ


El padre Alonso, un severo y vigoroso dominico español que ocultaba sus ojos detrás de unos gruesos lentes verdes, siempre exigía más de nosotros. Con una amenazante vara de café jugando entre sus manos revisaba, una a una, cada fin de mes, las libretas de notas de todos los niños del colegio organizados en cuidadosas filas alrededor del patio central. Como tantos maestros y profesores de Rubio, el padre Alonso, entonces director del María Inmaculada, tenía siempre a mano dos ejemplos exhortativos. Leonardo y Carlos Andrés. Así, con la familiaridad que se trataba en los pueblos pequeños a todo aquel que haya crecido entre sus calles. El nombre de Leonardo, acompañado a veces por el apellido que inspiraba respeto -Ruiz Pineda- lo pronunciaba el padre con veneración casi religiosa. El de Carlos Andrés, en cambio, con la zeta atravesada al final, con entusiasmo futurista. Debíamos ser como ellos, era el mensaje.

En Rubio, mucho antes de que tuviésemos un presidente nativo, desde muy temprano se nos hacía sentir que éramos parte de una comunidad donde sus miembros habían sido y debían ser pioneros. La primera empresa petrolera del país -nos enseñaban correctamente- se creó en Rubio, se llamaba La Petrolera, y para que no quedaran dudas se nos mostraba unas páginas de Venezuela, Política y Petróleo de Rómulo Betancourt. También éramos el primer distrito productor de café de todo el país y el único municipio tachirense que desde mediados de siglo no era religiosamente copeyano, era revolucionario y adeco, y le había dado cobijo -Vargas Vila entre ellos- a los anticlericales colombianos cuando fueron expulsados de su país. Aprendíamos que Rubio nos ayudaba a limpiar cualquier pecado original de los dictadores tachirenses al haber procreado dos líderes que habían sido luchadores antiperezjimenistas, pioneros y ministros de la democracia aún antes de cumplir los treinta años.

Pasó el tiempo. Nos fuimos a estudiar en otros lugares y Carlos Andrés llegó a la presidencia en el momento preciso en que un grupo de jóvenes, alentados por la vida universitaria, habíamos interiorizado un profundo rechazo y una clara oposición a las patológicas maneras de hacer política que Acción Democrática ponía en escena en nuestro pequeño pueblo y en el país. Y sin embargo, era inevitable, la imagen de Carlos Andrés Pérez nos acompañaría por mucho tiempo como un estigma vital. A la inevitable pregunta: ¨De dónde es usted? y a la inevitable respuesta: -De Rubio-, seguía siempre un: ``Ajá, la tierra de Carlos Andrés''. Y luego, una mirada sospechosa, si el interlocutor era su opositor, o un cuasi abrazo de cómplices si se trataba de un aliado.

Por eso no me extraña que ahora cuando veo en la televisión el fallo de la Corte Suprema de Justicia, en vez de convocarme a los análisis políticos de alto vuelo - las implicaciones de la decisión en la redefinición de los grupos de poder, por ejemplo, o las analogías posibles con el destino de Collor de Mello, Salinas de Gortari o Alan García- me descubro pensando en los colegios y liceos de Rubio, en los orgullos infantiles que alguna vez sentimos, en la euforia que tomó a la población por asalto en diciembre de 1973, cuando los rubienses ebrios de alegría sentían que se habían montado definitivamente en el autobús de la historia patria al tener un coterráneo de presidente y, como los demás venezolanos, no ocultaban su entusiasmo porque el futuro era absolutamente luminoso y porque allí, muy cerca, los grandes bulevares del bienestar y de la grandeza se abrían para recibirnos con toda su pompa mientras Carlos Andrés, al frente, agitaría sus brazos para disfrutar del aplauso y la admiración del universo.

En eso pienso. También en los relatos de mi tío contándome su epopeya cuando, en los albores de la democracia, se dedicó como voluntario a crear escuelas y ciudades agrícolas que luego, para su amargura, fueron devoradas por la inercia y por el olvido. En las historias de la vecina de mi padre que en 1960, en plena juventud, recorría los campos en grandes jornadas de vacunación, y por las noches se dedicaba cual orfebre a rehacer con una piedra pomex la punta desgastada de la única aguja hipodérmica con la que vacunaba entusiasta a cientos de campesinos sin esperar refuerzos. Y en el dolor con el que ahora me cuenta la desidia y el abandono en los hospitales locales donde ha tenido que trabajar o en los testimonios de una enfermera que me revela, como pidiéndome que haga algo desde Caracas, la cantidad de niños que mueren por desnutrición, paradójicamente, en un lugar paradisíaco rodeado de fértiles tierras.

Pienso en mis amigos de Caracas que cuando llegan a Rubio se divierten entusiastas frente a la estatua ecuestre de Bolívar que, efectivamente, no tiene una mano en la brida como todas, sino las dos manos levantadas al frente en señal de saludo icónicamente inconfundible. Pienso en la cada vez más destrozada carretera que viene de San Cristóbal y en la deseada autopista que presidente más presidentes menos, nunca se construyó. Pienso en el desencanto local y en los que se hicieron ricos, sin empresas conocidas, frente a los ojos desconcertados de todos. Entonces la política nacional se me convierte en la metáfora de una historia que muy bien puedo contar en clave familiar y pueblerina.

Probablemente este ejercicio literario es un refugio. El fallo de la Corte Suprema ni nos alegra ni nos entristece. Ni dignifica a la nación ni lesiona la dignidad del enjuiciado. Si el ex-presidente es realmente culpable de todos los delitos que la imaginación venezolana le atribuye, no hay nada que hacer, la decisión fue correcta. Pero si es inocente y se trata de un ardid político, tampoco hay nada que hacer. El enjuiciado, gobernante del país desde 1958, es tan responsable como el caporal de su partido, de la manera como se construyó esa maquinaria diabólica y oscura que es el sistema judicial venezolano.

-De su misma medicina- hubiese dicho cazurramente el padre Alonso, mientras cierra la puerta del colegio, piensa en cómo lo hubiese hecho Leonardo y se prepara a buscar nuevos argumentos para exigirnos más, a todos, al día siguiente.


EL NACIONAL, 31 de Diciembre de 1996
­El petróleo es nuestro!
JESUS SANOJA HERNANDEZ


* La Venezuela de 1976 tragó, sin digerirla, la consigna autocomplaciente y lo hizo casi cuarenta años después que México: ``el petróleo es nuestro''. Por lo menos un tercio de la población televidente debe recordar la cuña patriótica en que el presidente Pérez aparecía al pie del pozo Zumaque Nro. 1 proclamando al 1ro de enero de 1976 como el ``gran día histórico en que Venezuela asume el control pleno de su riqueza petrolera''. El pabellón tricolor al que ahora canta con entusiasmo Soledad Bravo ondeaba en el mástil elevado sobre el pozo pionero mientras las gloriosas notas (así las llaman) del Himno Nacional estremecían a la audiencia.

* Veinte años después, aquel cuyo paltó exhibía el sudor de las espaldas en el caluroso ámbito de Cabimas, andaba errabundo, luego de prisión que nunca imaginó, por el país al cual había emocionado con las nacionalizaciones del hierro y el petróleo. Pdvsa (iniciales Petroven) había cambiado de rostro, pues la apertura petrolera ya estaba en marcha, y de rostros, los últimos de los cuales pertenecían a una generación distinta a la de Rafael Alfonzo Ravard: o Pietri, el que pidió más y más inversiones en el sector, o Giusti, que se vio obligado a reducirlas en 466 millardos de bolívares.

* Desde quince años antes de la nacionalización perecista ``los trusts'' (ahora ``las trasnacionales'') habían agitado, para amenazar a Venezuela, varias banderas: 1) el petróleo sería sustituido, más pronto que tarde, como fuente energética; 2) el Medio Oriente constituía la alternativa ante el petróleo venezolano como abastecedor de EE UU; 3) las reservas de nuestro subsuelo tendían a agotarse; 4) el alto contenido de azufre conspiraba contra el futuro de los crudos nuestros.

* El ex presidente Caldera, a la hora de discutirse, en agosto de 1975, la popularmente conocida como Ley de Nacionalización, había resumido la situación recordando cómo a raíz de su elección de 1968 una de las más poderosas compañías petroleras le solicitó audiencia a la cual concurrió provista de técnicos, cuadros estadísticos, gráficos y proyectores ``para convencerme de que el petróleo se hundía, porque Libia, el Canal de Suez, el azufre, no sé cuántas cosas''...

* Por puerta franca, no trasera, las compañías volvieron en 1996. El Congreso, con oposición minoritaria, le dio curso al proyecto del Ejecutivo, de modo que veinte años después la nacionalización mostró su reverso. El grupo de los sudacas, con Francisco Mieres y Mendoza Potella a la cabeza y los dispersos factores de opinión unidos en Fundapatria, desde ``los dinosaurios'' hasta profesores de la pataleante izquierda universitaria, levantaron su voz y, aún más, llevaron a la Corte Suprema demanda de nulidad.

* A los convenios y asociaciones, a la apertura, sus adversarios la han calificado de desnacionalización, de modo que la Ley de 1975 y el acto simbólico de enero de 1976 ni siquiera habrían durado, con sus ``efectos patrióticos'', una generación. Los amigos de un cambio aún más radical van más allá que los modernizadores oficiales de 1995-96. Exigen la plena ``desestatificacion'', operación equivalente a la total privatización de Pdvsa (caso extremo con partida de nacimiento en Cedice) o a su venta parcial, de modo que ``todos los venezolanos'', según sostienen algunos de sus patrocinantes, tengan acceso directo a una empresa que ha sido ``incautada'' por el Estado y por la élite burocrática-política, aunque muchas veces dejan de mencionar a la que por allí mientan ``la petrolera'', por un lado activa en la época de los trusts (Standard, Shell, Gulf), por la otra dinámica en la veintena de la nacionalización.

* El primer gobierno de Pérez manejó el petróleo como instrumento estratégico, al revelar la Opep fortaleza que contrastaba con la debilidad de los años sesenta. Más o menos lo mismo hizo el de Luis Herrera, parte de cuyo mandato estuvo dominado todavía por ``la bonanza financiera'', que, en sus entrañas, gestaba dos malas hijas: la deuda externa y la corrupción.

* Fue Herrera Campíns, precisamente, quien en momentos de controversia afirmó que el petróleo seguía siendo el macho (o el Toyota) de la economía, atribución sexual de la que empezó a dudarse con el ``hueco fiscal'' de 1982 y el derrumbe del Viernes Negro. Se oyeron voces clamantes por la ``diversificación de la economía'' y el fin de ``la era petrolera'', que daría nacimiento al ``país postpetrolero''. Uslar le salió al paso a esta hipótesis, que ahora con la apertura parece desplomarse.


EL NACIONAL, 20 de Octubre de 1996
Variaciones en torno a CAP
Jesús Sanoja Hernández

CAP turado en 1948, la prisión en La Modelo duró nueve meses, algunos de los cuales compartió con el parlamentario más joven, entonces orgullo de AD: Ramón Escovar Salom. Quince años después, cuando salió del MRI, los extremistas alzados en armas lo calificaron como el cerebro de las CAP turas, con argumentos que a él siempre le parecieron CAP ciosos. ¨Cuántos de aquellos jóvenes de los ``años violentos'' no han sido CAP tados por Pérez, cuántos no lo siguen como al CAP itán de la modernización?
Vino del Táchira, pero de Rubio, no de CAP acho. Y CAP achero, desde antaño, es sinónimo de camorrero o buscador de pleitos, y bien cierto ha resultado que pese a su temperamento CAP richoso, tal día adorador de Betancourt, cual día amigo de Fidel, tal año enemigo de guerrilleros, cual año dispensador de becas y halagos para quienes lo fueron, no puede decirse que fuese o sea CAP achero, término que no sé si es anterior o posterior a la entrada de Castro a Caracas. Don Cipriano sí era CAP achero, tanto por nacimiento como por carácter.

Desde 1973, cuando fue electo por vez primera, su rango de CAP itán de equipo no ha sido abandonado. El team de entonces lo constituyeron el ex mirista Gumersindo, gran venezolanizador, un banquero protoadeco y un gentleman del BID (amigo de closet y renovador turístico), y el de 1989 varios bostonianos y jóvenes del Iesa de San Bernardino, cuyos nombres -sería ocioso repetir. CAP itaneó ambos equipos con igual habilidad, así uno y otro jugaran en campos contrarios. El primero fue estatista, populista y nacionalizador; el segundo, neoliberal, elitista y desnacionalizador.

En cuanto a calificaciones despectivas, propias de sus enemigos, ¨cuál le convendría más: CAP oral, CAP ataz o CAP -o? CAP- oral no le gusta y, más bien, como tal, él catalogó al caudillo oriental -el faro o el lucero que alumbra en AD- cuyas huestes lo echaron del partido y ``mantienen encalabozadas las conciencias adecas'', según expresión de un CAP itoste en declinación. CAP oral vale para la peonada y para los militantes tratados como peones.

¨Entonces CAP taz? Tampoco es de su agrado. ¨O CAP -o? Palabra prohibida: huele a mafia de la italiana y a cartel colombiano, aunque no todos los capomafiosos son despreciables. Los hay muy estimables, como cierto escritor mexicano a quien, para caracterizar su poder de mando y atracción en la literatura, le otorgaron ese título, para él y los suyos, enaltecedor.

~~ CAP -ón menos y todavía menos su sinónimo. Al contrario, Gabriel (apellido García Márquez), en aquel mensaje de mayo de 1993, decía de su ``querido CAP'', que había que ``juzgarlo'' por sus cárceles y sus destierros, por el talento de toda una vida política, ``y por las pelotas con que has enfrentado toda clase de confabulaciones encarnizadas y asonadas y atentados personales a cañonazos y bombardeos, en tu medio siglo de lucha incansable por la democracia y la unidad de América Latina''.

CAP az lo fue al llegar al MRI y convertirse en el látigo de Betancourt y al asumir la Secretaría General del partido, tres veces dividido para conducirlo a la victoria de 1973. CAP acitado, unos dicen que sí, otros que no, y los eclécticos se contentan con las comparaciones: frente a Betancourt es un sub CAP citado, con lecturas políticas ocasionales o a saltos, biografías de Franco o Alfonso XIII, libros sobre Maquiavelo y Napoleón; y frente a Alfaro, de la universidad de la vida, pues un doctor sin título de la Universidad Libre de Colombia.

Ya se vio su posición no CAP itulante, desde mayo del 93 hasta este septiembre de 1996, tanto más alabada por sus hinchas cuanto recuerdan la fuga de Pérez Jiménez y la de los honrados banqueros, entre ellos aquél que dijo ``Aquí estamos y aquí seguimos''.

Por último, su relación con el CAP -ital, no el de Marx por cierto. Olavarría ayer y Pérez Hernández, Esculpi y Fernández Daló hoy, han dicho que es mucho su CAP -ital, parte de él en cuentas mancomunadas. El, no faltaba más, habla de calumnia e infamia, advirtiendo que desde el 18 será el gran CAP -italizador de la tradición adeca. Lloverá, aunque ni él ni nadie sabe si escampará...

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