lunes, 11 de octubre de 2010

tema para variaciones (3)


De una guerra en el fin del mundo
Luis Barragán


Las librerías foráneas exhiben toda suerte de títulos referidos a Mario Vargas Llosa, mientras que las vidrieras venezolanas rinden testimonio fiel de las calamidades del control de cambio, rígido para unos y complacientes para otros. El país que le concedió el Premio Rómulo Gallegos, está hurgando toda estantería o depósito para hallar algo más de un título colado entre los resquicios del modelo que pretende ladrillarnos, amasados en la enorme muralla de los miedos gubernamentales.

De encontrarse el algo más que un título, elevándose naturalmente los precios, nos adentramos en una férrea experiencia antigastronómica. No es posible que nos sorprenda una variedad del novelado escribidor de Julia, porque el hablador de Chomsky no lo conoce: Chávez Frías es el “grande-liga”, según la autodefinición, tan igualitarista como el que más en sus radicales extravíos, al que no puede acercársele el novicio de los debates que acostumbra a convocar para después huir despavoridamente.

Pocas librerías de genuino cuño, algunas cadenas de magnífico trato con las autoridades aduaneras, expondrán las portadas del autor, con la lentitud de sus hallazgos del depósito que abre habitualmente las puertas para una que otra feria anual en el patio. La distribución nacional de impresos, seguirá el curso propagandístico de las Librerías del Sur, sepultada la intención que cierta vez se tuvo con las Kuai-Mare, en lo que evidentemente no es una política sustitutiva de importaciones (para estimular las iniciativas del patio, claro está), pues la endogenidad sintetiza una cruzada contra todo vestigio cepalista y el resto de los afines que puedan antojarse en un mundo competitivo.

En los confines remotos de quienes celebran, cuestionan o avalan al (a) premiado, nos ocupa una guerra, la de las guerrillas semánticas que pueden pasar a la pólvora impalpable, réplica de antiguas y ajenas epopeyas edulcoradas. Vale decir, Alejandro Mayta alcanzó un reducido espacio de poder, ensimismado en el viejo parlamento, roída la frustración: el comandante-en-jefe es más o peor de lo mismo, aunque ya es tarde para decir algo.

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