domingo, 31 de octubre de 2010

sobre el acorazador


EL NACIONAL - Domingo 31 de Octubre de 2010 Opinión/8
A Tres Manos
Miradas múltiples para el diálogo atresmanosrlanz@gmail.com
El marxismo del Presidente
"Hoy, con el marxismo muerto y enterrado, pareciera que las únicas posiciones radicalmente antimodernas son las inspiradas en la tradición religiosa".
Gianni Vattimo: "El dios moderno"
RIGOBERTO LANZ

El lector habrá notado que en varias entregas intento mostrar que hay diversos marxismos, múltiples variantes según los usos, acomodos ideológicos que son contradictorios entre sí. Ello es evidente para cualquier curioso que se aproxime con un mínimo de perspicacia a los debates teóricos que ocuparon la agenda durante todo el siglo XX. Esta banalización del marxismo está directamente asociada a la crisis mundial de la izquierda, al vaciamiento de la idea de "socialismo", a la debacle de las ideologías redentoras, a la implosión del discurso político de la Modernidad.

En medio de esta "tierra baldía" sigue habiendo apelaciones al marxismo que en sí mismas tienen poco significado pero que retratan los modos de recepción del pensamiento marxista en muchos lugares del mundo. Venezuela es ­una vez más­ un caso muy curioso en los intentos por reflotar alguna imagen del "marxismo" asociada directamente al proceso político que se vive, a la idea de "revolución" o de "socialismo".

El propio Presidente de la República se ha interesado en explicitar su pertenencia al "marxismo". ¿Qué querrá decir esto? ¿A qué marxismo se referirá el Presidente? ¿Qué se sigue de ser "marxista" de esta manera? Podría entenderse que el Presidente está valorando el espíritu rebelde, impugnador y crítico que es consustancial a las corrientes marxistas más esclarecidas. Pero usted puede exaltar ese espíritu revolucionario sin tener ningún conocimiento de la obra de Marx y de los cientos de autores que sería preciso manejar teóricamente. En ese caso, cuando usted dice que es "marxista" lo que está queriendo decir es que usted es un rebelde, crítico y cuestionador.

Podría interpretarse que el Presidente está muy de acuerdo con un texto que ha estado leyendo en las madrugadas (el Manifiesto Comunista por ejemplo, o algún libraco de Istvan Meszaros)) y que por ello se siente "marxista". Ello no tiene nada de malo. Yo he conocido en esta larga travesía a decenas de camaradas que ni siquiera leyeron Novedades de Moscú (una especie de Vanidades hecha para engatusar a las víctimas del estalinismo).

Podría ser que el ciudadano Presidente lo que está marcando es su condición de hombre de izquierda. Una vez más, hay cientos de compañeros que militan en la izquierda y que no pasarían un examen modesto sobre la obra de Marx y los pensadores marxistas del siglo XX.

Es muy probable que donde se dice "marxista" usted coloca el término "antiimperialista" y el significado de la expresión es coherente. Lo que está queriéndose decir es que usted es un militante antiimperialista.

Como puede apreciarse, resulta muy difícil dotar de un contenido macizo e inequívoco el término "marxismo". Ello no es una deficiencia de nadie sino el resultado de una profunda crisis (epistemológica, política y ética) de todo el pensamiento occidental, del pensamiento político en particular y de la vieja ideología de la izquierda muy especialmente.

La "identidad" marxista es hoy un espejismo porque no hay nada a lo que se pueda "pertenecer" en la condición de "marxista". En otras épocas la cosa era diferente: pertenecer al marxismo estaba cargado de consecuencias. Hoy es todo lo contrario: "pertenecer al marxismo" es una expresión metafísica que carece de cualquier implicación significativa.

El gesto del Presidente puede leerse como una provocación que irrita a la ultraderecha y desconcierta a la política de los buenos modales. No importa tanto la consistencia intelectual de este tipo de caracterizaciones como su pegada política. Este es ya otro terreno en el que habría que entrar a valorar variables estratégicas de la escena pública.

Mientras tanto, creo que queda claro que un cierto menú "marxista" funciona con sus comodines para rotular situaciones contradictorias cuyo control crítico escapa de la voluntad individual.

Lo bueno del marxismo del Presidente es que en verdad no existe.

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