domingo, 31 de octubre de 2010

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El Nacional Todo en Domingo - Domingo 31 de Octubre de 2010 TODO EN DOMINGO/82
Tras Bastidores
VIDA DETRÁS DEL ATRIL
La Orquesta Sinfónica de Venezuela ­la más antigua de su tipo en el país­ celebra este año su 80 aniversario. Músicos, directivos y técnicos ofrecen una mirada íntima a la enorme maquinaria que la mantiene vigente y que multiplica su presencia en los más disímiles escenarios
Magaly Rodrígue / Fotografías Efrén Hernández


En la sala José Félix Ribas del Teatro Teresa Carreño, la música comienza puntualmente cada día a las 8:00 de la mañana.

A esa hora se congregan los músicos de la Orquesta Sinfónica de Venezuela para ensayar de lunes a viernes hasta el mediodía. Las partituras se desperezan sobre los atriles. Unos cuantos instrumentos salen de sus cajas y son consentidos con pañitos que los pulen para despertarlos.

Las clavijas se tensan, las boquillas se ajustan.
El director Ángelo Pagliuca ­vestido con una guayabera negra­ se sube al podio y baja la batuta.

Faltaban dos días para el siguiente concierto de la orquesta sinfónica más antigua de Venezuela, fundada el 24 de junio de 1930 por Vicente Emilio Sojo. Los acordes del ensoñador "Vals del Emperador" de Johann Strauss flotaban entretejidos y se detenían de vez en cuando para afinar detalles. Algunos violinistas, lápiz en mano, hacían garabatos sobre el pentagrama. Pagliuca ­de cabello poblado y blanquísimo, y una barba a juego que terminaba de acercarlo al abuelo alpino de Heidi­ empuñaba las riendas para que no se desbocaran. "Aquí no tanto. De nuevo", pide a las violas antes de repetir el fragmento.

"Aaaahí.

Bellissimo", decía rematando la obra con la batuta entre ambas manos para conectar un jonrón invisible.

Con variadas edades, la Orquesta Sinfónica de Venezuela se compone de 97 músicos: 16 primeros violines, 13 segundos violines, 12 violas, 10 violonchelos, 8 contrabajos, 4 flautas, 3 oboes, 6 cornos, 1 corno inglés, 4 clarinetes, 4 fagotes, 4 trompetas, 3 trombones, 1 tuba, 1 arpa, 1 piano y 6 percusionistas. Pueden preparar el repertorio de un concierto de dos horas en una semana, con cuatro o cinco ensayos de tres horas cada uno.


Para todos los gustos. En el sótano 1 del Teresa Carreño están las oficinas de la OSV. A un lado, sobrios cubículos; al otro, un par de salas de reuniones. En una de ellas, se apilan sobre la mesa de conferencias varias docenas de bolsas de trajes, confeccionados en una sastrería del centro. Cada músico dispone de cinco uniformes ­que se renuevan cada uno o dos años­ según la solemnidad del concierto: frac negro, smoking negro, liquiliqui negro, liquiliqui gris y chemise bordada. Las damas eligen entre traje de gala negro, gala de color, negro de cóctel y chemise. Hoy, una chica revisa las etiquetas de los uniformes nuevos para entregarlos a sus dueños. "¿Carlos? Aquí hay muchos Carlos, ¿cuál de todos eres tú?", pregunta ella. "¿Cuál más, pues? El que está más chévere", le replica él con picardía.

Si entregar 97 uniformes parece engorroso, mover a una orquesta completa no es tarea simple. Cuando sale de gira, la OSV se transporta en tres autobuses de 40 puestos, pues algunos instrumentos ocupan un asiento. Se hospedan en unas 75 habitaciones y transportan sus equipos en dos camiones 750. Lucía Colombo, flautista y directiva, explica que parte del trabajo de producción es hacer un viaje de reconocimiento de los lugares donde se moverán. "Hay una delegación nuestra que va al sitio unas semanas antes para revisar la sala, más si se trata de un lugar donde nunca hemos tocado. A veces te venden un espacio como una cosa y resulta ser otra. También toca revisar dónde nos podemos quedar y reservar todos los cuartos, planificar el tema de la comida y ocuparse de que todo siga en orden hasta el día del concierto.

Cuando se trata de invitaciones internacionales, la orquesta corre con sus propios gastos y a veces el país anfitrión contribuye a su manera".

Los traslados continuos no han faltado este año, pues no desligarse del público es la premisa repotenciada de este aniversario. "Si de algo nos sentimos orgullosos es que hemos tratado de adecuarnos a los tiempos y de abrirnos a la influencia de la música popular venezolana", explica el presidente de la OSV, Alejandro Ramírez.

"No tocamos únicamente música clásica porque nos interesa que todo el mundo tenga acceso a esto, que se involucre, que nos escuchen", agrega el violinista y secretario Pedro Guerrero a razón de los recientes conciertos en zonas como el 23 de enero, Catia, La Vega, Caricuao, Plaza Venezuela, Plaza Brión y Plaza Caracas. "Nadie prepara un concierto con ganas de encontrarse con una sala vacía. En Caracas hay muchas orquestas y lógicamente todas quieren destacarse, por eso dentro de lo posible se trata de no coincidir con los demás. Dentro de todo, sentimos que hemos abierto muchos caminos. A veces hace falta que alguien pierda el miedo primero para que los demás lo sigan".

La selección de las obras que interpreta la OSV corre por cuenta de la comisión artística y la junta directiva, aunque aseguran que muchas ideas suben desde los atriles.

Aparentemente todo transcurre en democracia. "Uno tiene que disfrutar siempre lo que está haciendo. Parte del éxito de esta orquesta es que cada uno la siente como propia; que está en su casa", indica el director Ángelo Pagliuca. "Gracias a Dios ya pasó esa época en la que se consideraba que un repertorio como el de Aldemaro Romero era algo deleznable", dice Guerrero. En estos años han tocado rock con David Palmer, tangos con Susana Rinaldi, salsa con Gilberto Santa Rosa, bandas sonoras de películas en musicales de Disney, aguinaldos con Serenata Guayanesa y baladas con Voz Véis. "Si estamos de acuerdo en que una obra está bien hecha, todo puede tocarse".

Ganarse un espacio entre sus 97 artistas no es sencillo. "Cada músico tiene que ser el mejor y sentir lo que hace", explica la flautista Lucía Colombo. Cuando hay una vacante, se hace una convocatoria de concurso y cualquier músico puede aplicar. En una audición tras un parabán, el jurado escucha al participante sin verlo ni conocer su identidad. "Así no hay amiguismos y se escoge al que realmente ejecute mejor". La elección de la directiva de la OSV tiene también ciertas reglas.

"Si no eres músico activo de la orquesta, no eres elegible", explica el presidente y primer violín, Alejandro Ramírez. "La idea es que quien nos dirija conozca de primera mano la situación de la orquesta. Sabemos las condiciones por las que pasa un músico, porque todos lo somos".


Fiesta en el cerro. En teleférico, con el resto de los mortales, los músicos llegaban un sábado a las 4:00 pm con sus liquiliquis y estuches hasta la cumbre del cerro.

Aunque su presentación era a las 5:00 pm, el personal técnico de la OSV había llegado a El Ávila a las 6:00 am. Para el tercer concierto gratuito de la agrupación en el Warairarepano este año, el despliegue logístico tiene sus bemoles.

"En un sitio con estas características hay que empezar desde muy temprano a trasladar todo.

Dependiendo del lugar del concierto, a veces toca llevar también unas 500 ó 600 sillas; por suerte las de hoy son de aquí", explica el técnico José Ángel Muñoz. Todo se trajo desde el TTC en dos camiones 750 y luego se trasbordó a camiones 4x4 que los subieron hasta el hotel Humboldt en tres viajes, cada uno de hora y media. En urnas metálicas o de fibra de vidrio se trasladan los instrumentos más grandes y frágiles. "Hay que hacerlo con cuidado porque son carísimos y no se pueden mojar ni golpear. Si el concierto se acabara y estuviera lloviendo, a lo mejor nos tocaría esperar un día completo para poder bajarlos, a una hora en la que haya escampado y no haya público para que los camiones puedan circular. Ha pasado", señala Muñoz. "Una vez que metemos todo en el salón, en media hora podemos tener todo acomodado".

El director de video, Javier Alquati, llega al lugar con su propio equipo: ocho técnicos que manejan cuatro baúles de cables y equipos audiovisuales, entre los que se cuentan seis monitores, una suichera y cuatro cámaras HD con las que se documenta sin falta cada presentación de la orquesta. "No hacerlo rayaría en la negligencia. Los músicos lo entienden y colaboran", apunta quien fuera por 15 años trompetista de la Orquesta Simón Bolívar. Alquati explica que su cargo requiere conocimientos de orquestación, para estudiar la partitura y elegir los mejores planos según la relevancia de cada instrumento. "Siempre es un reto trabajar con las condiciones que cada espacio permita. Este ventanal de hoy, por ejemplo, es una pesadilla de iluminación", dice con jocosa frustración.

"Otras veces, si tenemos un concierto con Voz Véis o Roberto Antonio, por ejemplo, hay una iluminación mucho más vistosa, más pop. Ahí sí podemos desatarnos", se ríe.


Para arriba y para abajo. Si algo tienen los arreglos de la OSV es una dosis bien administrada de malicia. Su versión de "Moliendo café" tiene un toque sensual ­casi mafioso­ mientras que su "Woman de El Callao" no le tiene miedo al swing. El público del Humboldt lo capta al vuelo y aplaude a rabiar. Entre los integrantes, Olga Tkachenko toca viola, es rusa y ya tiene 18 años tocando en la OSV.

"Vine porque me invitaron y me quedé", resume con una sonrisa tan marcada como su acento. "Parte de las razones por las que me gustó es porque hay orquestas con una jerarquía muy marcada y cada quien tiene que limitarse a hacer su trabajo, mientras que aquí todos podemos participar y opinar. Ese privilegio no se tiene en todas partes". Con las giras nacionales y foráneas de la orquesta, Tkachenko se ha presentado en los más variados escenarios. Desde el legendario Teatro Marinsky en su Rusia natal y encumbradas salas italianas hasta las humildes veredas de las barriadas caraqueñas. "Este año hemos tocado en Petare, Catia, Caricuao.

Uno percibe la emoción de la gente al vernos ahí tocando para ellos. Muchos están muy empapados del movimiento de las orquestas y siempre hay niños que se acercan al final a decirte que ellos también tocan un instrumento como tú", sonríe la ejecutante. Por su 80º aniversario, este año la OSV visitó 80 escuelas en una semana, repartiéndose en ensambles con formatos de tríos o cuartetos. "Fue muy divertido, muy bonito. Para los niños todo es un juego y los papás estaban felices".

Para Filiberto Núñez, quien ha tocado el fagot por 41 años en la orquesta, la probabilidad de jubilarse es inaudita. "¿Para qué, si yo me siento bien? En mi casa me moriría de aburrimiento", dice quien se precia de haber sido uno de los profesores fundadores del sistema de orquestas junto con el maestro José Antonio Abreu hace más de 30 años. "A muchos de los muchachos de la Juvenil que toca con Dudamel les enseñé yo. Los otros tres fagotes que tocan conmigo aquí en la orquesta fueron alumnos míos", sonríe. "Uno lo que quiere como músico es que lo escuchen. Cuando vamos a un barrio, lo primero que nos preguntan es cuándo vamos a volver... Es un trabajo que no se limita a lo que el público ve, sino a mucha preparación individual. A veces nos toca practicar en los cuartos de los hoteles cuando estamos de gira y nunca nadie se ha quejado", dice pícaro, encogiéndose de hombros. "Debe ser que no tocamos tan mal, ¿verdad?".

Fotografías: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjF9VZGVv0qnKa3hngVSy6HjJNXtp3Dn_IOe8yP6o9O9Qmzf_VKb8FFIlrposTbHEGEblBiOhlArBGD7KLYXayrt81_uGgr1_jlNl7ejHKu97_yGrQ0enMxg_1XNn1zsCgbWr8SlGJZRzw/s1600/osv.JPG; y https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiUqUdxFXXgGzjJG-i9xgkAZrGo0EfpB6XpYy2RwMkT621y_5PdbrOLLQ06n2_FUdFEe6O37aHXSn43tHP9tQHXfXQvf2Y8itpOheS_SXVU-g8PReccweExc4CxRt2H-bR8P2oFKrsk6Ws/s1600/escanear0001.jpg

(*) Las fotografías originalmente publicadas, pertenecientes a Efrén Hernández, no lograron subir....

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