jueves, 21 de octubre de 2010

memoricidio


El Nacional - Lunes 06 de Octubre de 2003 B/10 Cultura y Espectáculos
FERNANDO BÁEZ: La amnesia colectiva siempre vuelve, como el cólera
“Venezuela está cargada del mito maligno de Bolívar”
Con 33 años, acaba de publicar su traducción de la Poéticade Aristóteles, y fue contratado por la Unesco para documentar saqueos del patrimonio cultural de Irak. Experto en destrucción de culturas, en quemas de libros, en suicidios nacionales; discípulo de Briceño Guerrero y pertinaz autodidacta, se declara por completo al margen de la división venezolana
RAFAEL OSÍO CABRICES

Un memoricidio en la cuna de la civilización. “Lo que ocurrió en Irak es la expresión de una de las épocas más perversas que ha tenido el mundo”
Fernando Báez nació en San Félix, Bolívar, que antes, como ahora, era un pueblo pobre. Cuando salía de la escuela, sus padres lo dejaban al cuidado de unos parientes que trabajaban en la biblioteca municipal. Báez era muy pequeño para saber leer, pero pasaba muchas horas contemplando las ilustraciones de los libros de Verne, de Salgari. No tenía acceso a la televisión, así que de esos libros provino su primer imaginario: en el vibrante horizonte de su paisaje guayanés saltaba la blanca cabeza de Moby Dick, y los Tres Mosqueteros se adivinaban en la polvareda de las caimaneras del barrio. Hasta que llegó el día fatídico en que creció el Orinoco e irrumpió en el templo de sus delicias. Su pequeño paraíso fue devastado, pero a cambio sintió nacer una obsesión: saber por qué se destruyen los libros, por qué en ciertos lugares y momentos el fuego o la pólvora se afanan por desvanecerlos.

La vida lo llevó a Mérida y la ciudad a la universidad, para estudiar Letras Clásicas. Pero cambió la ULA por la UNA y Letras por Educación.

Dirigió el periódico El Correo de los Andes y empezó a escribir ensayos. Más tarde se fue a España, para especializarse en Bibliotecología. Y allí materializó sus años de estudio de la lengua de Aristóteles, quien se convirtió en su faro: en 2000 publicó su traducción del Tractatus cislinianus, y este año, con la ULA, su versión de la Poética (con facsímiles en latín y el texto original en griego).

Muchas páginas han pasado desde aquella crecida que dio de leer a las zapoaras. Su Historia universal de la destrucción de libros, que promueve como el único texto sobre el tema que se ha hecho, será publicada en un tomo de más de un millar de páginas en febrero próximo.

Y la Unesco lo contrató como un experto en la materia, al punto de haberlo enviado varias veces a Irak, para reportar la destrucción que sobre el patrimonio de ese país, que es el patrimonio de todos, provocó la invasión de Estados Unidos y Gran Bretaña.

Báez muestra las fotografías de ese horror en el lugar donde nacieron la escritura, la agricultura, la religión y la ley. “Aquí se quemaron un millón de libros”, musita junto a la imagen de un edificio bagdadí manchado de ceniza. “Estas son las primeras escrituras que hizo el hombre. Yo tuve una de esas tablillas entre mis manos. Y se puede ver que fueron saqueadas”. Uno no puede escapar, frente a ese testimonio, a la conciencia de algo espantoso, inenarrable. “Y esto que parece la entrada del infierno, es la entrada de los Archivos Nacionales. Ahí se perdieron dos millones de libros.

Eso que ves ahí son las cenizas de Averroes”.
El apetito por la destrucción
–Llena la historia, como está, de quemas de libros, de bibliotecas arrasadas por ejércitos invasores o por sus propios pueblos custodios, parece que la memoria es una fuerza de temer, pues ha sido considerada varias veces como enemigo.

¿Por qué es objeto de destrucción?
¿Hay una motivación común en esos episodios?
–Emerson dijo que cada libro quemado ilumina al mundo. En las llamas brilla una luz que ilumina lo que en esas quemas subyace.

La figura de la destrucción del mundo está en todas las cosmogonías.

Los libros otorgan, a quienes los escriben, la única forma de inmortalidad posible.

Cuando se queman, ocurre a instancias de gente culta, siempre en nombre de otros libros. Los códices mayas se quemaron porque contradecían la Biblia, los nazis quemaron libros el 10 de mayo de 1933 por lo que decía Mein Kampf, y Los versos satánicos de Salman Rushdie fue objeto de una fatwa porque sometía a juicio la versión del Corán.

“Gente que lee –continúa Báez–, quema libros para abolir ciertas ideas, guiada por otro libro que es autárquico, autosuficiente, y dictado por una entidad divina. ¿Por qué no se destruyen radios y televisores? ¿Por qué hay libros sagrados, pero no hay películas ni sinfonías sagradas? Porque nuestra civilización es esencialmente escrita, y Dios es esencialmente verbo. Además, el fuego es considerado desde tiempos prehistóricos como la gran fuerza regeneradora de la naturaleza.

Cuando el papel, que es claro, es incinerado, se vuelve negro: la luz es sustituida por la oscuridad. Estos procesos son todos muy similares”.

–¿Qué puede esperarse de un mundo que permite que se arrase Mesopotamia?
–Lo que ocurrió en Irak es la expresión de una de las épocas más perversas que ha tenido el mundo. Un memoricidio en la cuna de la civilización implica que una nación, en este caso Estados Unidos, ha decidido enviar un mensaje a todas las demás. Esta guerra forma parte de un proyecto que es esa aberración llamada globalización, que consiste en convertir al mundo en un gran mercado. Se permitió que la cultura iraquí fuera vandalizada para demostrar que ni siquiera la cuna de la civilización, con sus 100.000 asentamientos arqueológicos, es intocable. Fue una respuesta a los símbolos destruidos el 11 de septiembre. Y todo esto ocurre cuando hay una explosión del comercio ilegal de bienes culturales.

–¿Llegaremos a la pesadilla bradburyana de Fahrenheit 451 , en la que ciertos elegidos debían memorizar libros enteros para que no desaparecieran?
–Bueno, Estados Unidos se está convirtiendo en los bomberos de esa novela, que se dedicaban a quemar libros en vez de apagar incendios. Está destruyendo, de diversas maneras, varias culturas, en nombre siempre de la salvación del mundo. Pero no creo que lleguemos a la distopía que propone Ray Bradbury. El libro está hallando grandes aliados en las nuevas tecnologías; en Internet hay bibliotecas que no se pueden destruir. Los biblioclastas lo tienen cada vez más difícil.
El futuro del pasado
–¿Son las sociedades más jóvenes, por naturaleza, más amnésicas?
–Dicen que la amnesia es condición para la felicidad, y que los pueblos jóvenes son más puros, más inocentes. Son supersticiones; ninguna civilización es joven: nacen de la conjunción de culturas milenarias. Hoy, un joven de 16 sabe mucho más que un anciano del siglo XVI. Esa pretendida juventud se usa también como pretexto para la irresponsabilidad.

Los países jóvenes son más propensos al mito de las revoluciones, al mito del futuro, a las grandes profecías.

–Pues uno de los más frecuentados clichés sobre Venezuela es que es un país sin memoria. ¿Hasta qué punto es cierta esa acusación? ¿No se trata de que nuestro propio pasado es muy escaso?
–El pasado de Venezuela es extenso. Más bien creo que Venezuela es víctima de su memoria, que está cargada de un mito maligno, que es Simón Bolívar.

La historia venezolana hubiera sido muy distinta si nuestro patrón de referencia, si el mito impuesto, no hubiera sido el de Bolívar sino el de Francisco de Miranda. En la Colombeia de Miranda está el proyecto de nación más extraordinario del siglo XIX hispanoamericano. Hay que desbolivarizar al país. Vivimos castrados por el mito de un padre cuya obra es un decálogo de todo lo que debemos hacer.

“Pero hay un largo camino por recorrer hacia el pensamiento de Miranda. Bolívar era un pensador superficial, que repetía lo que leía, y sus errores le costaron décadas de guerra a Venezuela y Colombia.

¿Cómo puede ser nuestro ejemplo mayor un hombre que le entregó Miranda a Monteverde, con lo que se perdió la Primera República, y que luego decretó algo como la guerra a muerte? Bolívar fue un militar, ante todo, y su modelo militarista es el que más daño le ha hecho a América Latina. Venezuela se encontrará como nación cuando abandone precisamente esa memoria fundamentalista que es el bolivarianismo a ultranza.

Miranda era un héroe verdadero, y universal. Bolívar lo odiaba, porque le hacía sombra. Y la Gran Colombia es una copia del proyecto de Miranda.

–Parte de lo que ha significado la crisis política de Venezuela es un reencuentro con su pasado, en muchos niveles, ya sea desde quienes invocan unas leyendas de la presunta fundación de lo venezolano, como desde quienes reivindican, por otro lado, una forma de vida que repudia el actual poder.

¿Cree que lo que estamos viviendo nos enseñará a recordar mejor, a tener más en cuenta las lecciones del pasado?
–No soy partidario de ninguno de los bandos que se disputan el futuro de Venezuela. No creo que se pueda decir que la razón está de una parte o de la otra. Aquí se impone una reflexión muy honda sobre las causas de la crisis.

Venezuela tiene un largo proceso por delante para integrarse como nación. No creo que por muchos años alcancemos una relación armónica con nuestro pasado.

–¿Cómo se vacuna una sociedad contra la amnesia?
–Cualquier vacuna fracasará.

Es una enfermedad que vuelve siempre, como el cólera, la malaria.

Tiene en el odio su caldo de cultivo. Mientras más se ignora, más se odia. Sea que se salga de Chávez o no, las contradicciones de Venezuela no se resolverán.

Los países son lo que quieren ser, y nosotros no nos hemos planteado ser nada.

Lea la versión completa de esta conversación en www.el-nacional.com
El discípulo
En Mérida, Fernando Báez halló los libros y la necesidad de escribir. Otra gente, tan enferma de letra impresa como él, que abunda en aquella ciudadela del delirio y la inteligencia, lo condujo a un hombre que es allá objeto tanto de inquina como de veneración: José Manuel Briceño Guerrero, quien le inoculó el “virus” del griego. Briceño Guerrero, considerado por su discípulo (y por otros que han pasado ante su barba políglota) el mayor pensador latinoamericano del siglo XX (lo cual significa: sobre Alfonso Reyes, sobre Octavio Paz, sobre Jorge Luis Borges), hizo que sus juveniles inquietudes se disciplinaran.

Para Báez, el escritor venezolano no concreta ningún proyecto importante porque es indisciplinado y superficial. “Yo me rebelé. Escribo 12 horas diarias, con método. Y me dediqué a aprender idiomas, no por vanidad, sino para no depender de malas traducciones españolas, mexicanas o argentinas”.

Dice que le cerraron las puertas en la ULA por su amistad con Briceño Guerrero. “Todo lo que he logrado lo busqué yo solo.

Nadie me ayudó. Aquí no hay que jalarle a nadie, a esas mafias sin talento. Quiero que los jóvenes sepan que lo que yo he hecho es posible, y que deben olvidarse de esos mitos castrantes de la literatura venezolana, según los cuales es más importante ser leído afuera, o esperar una gran obra que nunca llega, o ser una referencia ética para la Nación o contar con el apoyo del Estado.

El tema de ser chavista o no, simplemente no me interesa. A todos esos escritores que están divididos y han tomado partido, les digo que su única responsabilidad es con su obra. Ni Chávez ni la oposición nos pueden colocar contra el valor de la amistad. Yo he visto lo que es un país en guerra.

Es un lugar devastado. No quiero ver esto convertido en un desastre similar. Antes de ir a Irak revisé su historia contemporánea.

Y me di cuenta de que en Venezuela están dadas todas las condiciones para una guerra civil. Debemos tener mucho cuidado”.

“El modelo militarista que es Bolívar es
el que más daño le ha hecho a América
Latina. Venezuela se encontrará como
nación cuando abandone esa memoria
fundamentalista...
“Mientras más se ignora, más se odia.
Con o sin Chávez, las contradicciones
de Venezuela no se resolverán. Los
países son lo que quieren ser, y nosotros
no nos hemos planteado ser nada

1 comentario:

  1. La gestión de FB por la Biblioteca Nacional ha pasado casi inadvertida, excepto la presencia "ilustradora" del colectivo de La Piedrita. Es un debate pendiente....

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