lunes, 25 de octubre de 2010

dos testimonios


NOTITARDE, Valencia, 24 de Octubre de 2010
El fariseo y el publicano (Lc. 18, 9-14)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes

El evangelio de este domingo nos presenta la parábola del fariseo y el publicano que Jesús pronuncia por "algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás", es decir, los fariseos que se consideraban los puros, los intachables. En esta parábola, Jesús, deja ver claramente la actitud, tanto del fariseo, como la del publicano que van al templo a orar. De nuevo, el Señor nos instruye sobre la importancia de la oración; el domingo pasado (con la parábola de la viuda persistente y el juez corrupto) nos enseñaba que la oración tiene que ser perseverante y hoy nos enseña que tiene que ser humilde y acompañada o precedida siempre por el amor, como la del publicano que alcanza el favor y la misericordia de Dios. Por supuesto, que es desconcertante la conclusión de la parábola para los oyentes de Jesús, porque deja ver que el publicano queda justificado ante Dios y el fariseo sin tacha, sin defectos no. Jesús cambia el esquema de aquella sociedad judía, tira por tierra la escala establecida de seudovalores que se habían construido y presenta un nuevo paradigma quitando los automatismos, que aquel por ser publicano es malo y pecador, y éste por ser fariseo es bueno y santo.
La parábola es desconcertante porque la descripción que hace el fariseo es sincera, era un estricto cumplidor de la ley de Dios, era fiel a su cumplimiento y el publicano reconoce por el contrario su infidelidad e impureza delante de Dios. Es precisamente en este punto donde está la diferencia; mientras uno en su oración daba cuenta a Dios de lo bueno y santo que era, esperaba que Dios le pagara por sus méritos, se presenta como una maravilla de hombre religioso, pero olvidaba el mandamiento principal que Jesús proclamó insistentemente que es el amor; ya que despreciaba al publicano y, por tanto, su corazón estaba lejos de la misericordia; en cambio, el publicano o recaudador de impuestos manifiesta lo contrario de lo que vive y hace el fariseo, pedía perdón, buscaba la misericordia de Dios y se mostraba arrepentido de sus debilidades. El final de esta historia que narra Jesús es que el fariseo por su soberbia, por utilizar la religión con la pretensión de "atrapara a Dios y manejarlo a su antojo", por creerse perfecto, sin necesidad de nada, por no vivir la misericordia y el amor, no salió justificado, su oración no fue escuchada y atendida; mientras que el publicano por reconocer su miseria, su pecado, sus debilidades y pidiendo perdón sale justificado y su oración es atendida, "porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido".
Al final, el mensaje de la parábola es una invitación a orar con humildad, con caridad y sobre todo a descubrir que Dios es siempre misericordioso y nos ha demostrado su amor y misericordia en Jesús "que vino a buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc.19,10), "Dios dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; a los hambrientos los llena de bienes y a los ricos los despide vacíos", como lo proclama la Santísima Virgen María en el magnificat (Lc.1,51-ss).
El mensaje es claro para nosotros los cristianos hoy: cuidado con caer en la actitud del fariseo, porque dentro de la Iglesia Católica y en las iglesias protestantes también, se ve lamentablemente, en algunos casos, el fariseísmo reinante, que crea divisiones, que lleva a juicios y desprecios, que desfigura el rostro de la Iglesia y del cristianismo; cuando lo esencial es vivir en el amor, en el encuentro, en la unidad; en el deseo de crecer en santidad, de ser fieles a Dios, pero sin caer en soberbias y vanidades y mucho menos sin despreciar a nadie; por el contrario, orando y trabajando para que sean muchos los que dejando su vida de pecado, se acerquen a Dios, experimenten su amor, su bondad y misericordia y así puedan transformar sus vidas y alcancen la felicidad en plenitud; sabiendo que Dios tiene un rostro concreto, que es una persona viva, manifestado en Jesús, nuestro divino Salvador. Hoy hay nuevos publicanos, que quiera Dios no experimenten nuestro desprecio ni nuestra soberbia, sino nuestra ayuda y disponibilidad. Todo es gracia, todo es don y los talentos que tenemos no es para enorgullecernos, sino para servir, amar y donarlos a los demás. Es lo que espera Dios de sus hijos.
IDA Y RETORNO: El próximo viernes 29 y el sábado 30, en el marco de los 100 años de la coronación canónica de la imagen de Nuestra Señora del Socorro de Valencia, se llevará a cabo en nuestro Seminario un Congreso mariano, abierto a todos los fieles, religiosas y sacerdotes que quieran asistir de 8:30 a.m. a 4:00 p.m. los dos días y el costo por participantes es de 50 Bs.
Ya se acerca la novena y las fiestas conmemorativas a nuestra patrona de Valencia y de todo Carabobo. Activémonos, hagamos que la fe cristiana y mariana de nuestra Arquidiócesis se sienta en cada hogar católico y así crezcan más los valores del evangelio.


Ilustración: http://www.canvaz.com/american/american-045.jpg
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NOTITARDE, Valencia, 24 de Octubre de 2010
El fariseo y el publicano (Lc. 18, 9-14)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes

El evangelio de este domingo nos presenta la parábola del fariseo y el publicano que Jesús pronuncia por "algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás", es decir, los fariseos que se consideraban los puros, los intachables. En esta parábola, Jesús, deja ver claramente la actitud, tanto del fariseo, como la del publicano que van al templo a orar. De nuevo, el Señor nos instruye sobre la importancia de la oración; el domingo pasado (con la parábola de la viuda persistente y el juez corrupto) nos enseñaba que la oración tiene que ser perseverante y hoy nos enseña que tiene que ser humilde y acompañada o precedida siempre por el amor, como la del publicano que alcanza el favor y la misericordia de Dios. Por supuesto, que es desconcertante la conclusión de la parábola para los oyentes de Jesús, porque deja ver que el publicano queda justificado ante Dios y el fariseo sin tacha, sin defectos no. Jesús cambia el esquema de aquella sociedad judía, tira por tierra la escala establecida de seudovalores que se habían construido y presenta un nuevo paradigma quitando los automatismos, que aquel por ser publicano es malo y pecador, y éste por ser fariseo es bueno y santo.
La parábola es desconcertante porque la descripción que hace el fariseo es sincera, era un estricto cumplidor de la ley de Dios, era fiel a su cumplimiento y el publicano reconoce por el contrario su infidelidad e impureza delante de Dios. Es precisamente en este punto donde está la diferencia; mientras uno en su oración daba cuenta a Dios de lo bueno y santo que era, esperaba que Dios le pagara por sus méritos, se presenta como una maravilla de hombre religioso, pero olvidaba el mandamiento principal que Jesús proclamó insistentemente que es el amor; ya que despreciaba al publicano y, por tanto, su corazón estaba lejos de la misericordia; en cambio, el publicano o recaudador de impuestos manifiesta lo contrario de lo que vive y hace el fariseo, pedía perdón, buscaba la misericordia de Dios y se mostraba arrepentido de sus debilidades. El final de esta historia que narra Jesús es que el fariseo por su soberbia, por utilizar la religión con la pretensión de "atrapara a Dios y manejarlo a su antojo", por creerse perfecto, sin necesidad de nada, por no vivir la misericordia y el amor, no salió justificado, su oración no fue escuchada y atendida; mientras que el publicano por reconocer su miseria, su pecado, sus debilidades y pidiendo perdón sale justificado y su oración es atendida, "porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido".
Al final, el mensaje de la parábola es una invitación a orar con humildad, con caridad y sobre todo a descubrir que Dios es siempre misericordioso y nos ha demostrado su amor y misericordia en Jesús "que vino a buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc.19,10), "Dios dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; a los hambrientos los llena de bienes y a los ricos los despide vacíos", como lo proclama la Santísima Virgen María en el magnificat (Lc.1,51-ss).
El mensaje es claro para nosotros los cristianos hoy: cuidado con caer en la actitud del fariseo, porque dentro de la Iglesia Católica y en las iglesias protestantes también, se ve lamentablemente, en algunos casos, el fariseísmo reinante, que crea divisiones, que lleva a juicios y desprecios, que desfigura el rostro de la Iglesia y del cristianismo; cuando lo esencial es vivir en el amor, en el encuentro, en la unidad; en el deseo de crecer en santidad, de ser fieles a Dios, pero sin caer en soberbias y vanidades y mucho menos sin despreciar a nadie; por el contrario, orando y trabajando para que sean muchos los que dejando su vida de pecado, se acerquen a Dios, experimenten su amor, su bondad y misericordia y así puedan transformar sus vidas y alcancen la felicidad en plenitud; sabiendo que Dios tiene un rostro concreto, que es una persona viva, manifestado en Jesús, nuestro divino Salvador. Hoy hay nuevos publicanos, que quiera Dios no experimenten nuestro desprecio ni nuestra soberbia, sino nuestra ayuda y disponibilidad. Todo es gracia, todo es don y los talentos que tenemos no es para enorgullecernos, sino para servir, amar y donarlos a los demás. Es lo que espera Dios de sus hijos.
IDA Y RETORNO: El próximo viernes 29 y el sábado 30, en el marco de los 100 años de la coronación canónica de la imagen de Nuestra Señora del Socorro de Valencia, se llevará a cabo en nuestro Seminario un Congreso mariano, abierto a todos los fieles, religiosas y sacerdotes que quieran asistir de 8:30 a.m. a 4:00 p.m. los dos días y el costo por participantes es de 50 Bs.
Ya se acerca la novena y las fiestas conmemorativas a nuestra patrona de Valencia y de todo Carabobo. Activémonos, hagamos que la fe cristiana y mariana de nuestra Arquidiócesis se sienta en cada hogar católico y así crezcan más los valores del evangelio.


Ilustración: http://www.canvaz.com/american/american-045.jpg

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