domingo, 31 de octubre de 2010

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EL NACIONAL - Domingo 31 de Octubre de 2010 Siete Días/6
Ética, estética y política
MASSIMO DESIATO


En la pasada entrega hice referencia a cómo la política venezolana ha sido durante décadas secuestrada por una suerte de estética, un hacer política "entreteniéndose", evitando los duros compromisos que el juego político requiere. También señalé cómo Chávez y la polarización que causó su llegada al poder y su forma de gobernar redujo la estética y dio lugar a una mayor toma de conciencia política que, en la oposición, se evidenció el 26 de septiembre.

Deslastrarse de la estética es seguramente un primer paso importante para enfrentar el intento de impedir que Venezuela se vuelva un país comunista: significa tomarse las cosas en serio.

Pero para que la política funcione lo mejor posible, eliminada la estética, el elemento festivo y decorativo con el cual se solía dar la contienda electoral antes de la aparición de Chávez, hace falta otro elemento: la ética. Una política que no se encuentre sostenida desde la raíz misma por un conjunto de ideales éticos, una política que sea sólo pragmática difícilmente puede salir a la calle a defender una Constitución que ha sido y es constantemente violada por el socialismo del siglo XXI, que como socialismo revolucionario que es pone la revolución en primer lugar y la Constitución a la rezaga. Por extraño que parezca, los revolucionarios auténticos que hay en Venezuela ­una minoría según mi entender, pero una minoría eficaz­ tienen una ética, un conjunto de ideales que uno puede o no compartir. La sensación es que esta minoría revolucionaria, precisamente en virtud de la ética que la sostiene, estaría dispuesta a dar la vida con tal de defender la revolución. No pasa otro tanto con la oposición.

En la oposición se presencia una debacle de lo ético. La ética se denigra o se considera una restricción típica de intelectuales, y no se ve que ella es el motor que da lugar a los ideales que permiten defender la Constitución más allá del simple pragmatismo electoral. Se piensa que la ética es un estorbo o una ilusión y que la política funciona mejor sin ella. Es algo que no pasa sólo en Venezuela, pues en la actualidad la noción de autosacrificio se ha ido extraviando.

La política es utilizada para maximizar los intereses individuales con el mínimo esfuerzo, y el resultado final es exactamente lo contrario: cuando los individuos no forman una comunidad política, cada individuo va perdiendo, según el turno que le toca, sus intereses, y para recuperarlos deberá efectuar un máximo esfuerzo.

En Venezuela existe una razón de más para que la ética sea tirada al basurero de la historia. No ha habido antes de Chávez un estado de la política en el que ésta funcionara como un ejemplo para los ciudadanos. Se vivió en la alegría de las bonanzas petroleras y muy pocas personas están dispuestas a dar la vida por algo que en el fondo nunca conocieron. El resultado es que casi no existe un esfuerzo para alcanzar los ideales y hacerlos funcionar en la práctica como defensa de la Constitución para ponerle un parado a expropiaciones y confiscaciones arbitrarias que violan el derecho a la propiedad privada. Ciertamente para los revolucionarios ese derecho no tiene cabida en su mundo comunista; sus ideales son otros. En rigor, un revolucionario tiene que respetar sólo las consignas de la revolución y no la Constitución. Pero para la oposición la Constitución es la que rige la vida en común. Y, viéndolo bien, la Constitución para ser necesita de la ética y de una política inspirada en avizorar posibilidades dadoras de un futuro mejor para toda la población del país.

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