viernes, 24 de septiembre de 2010

sentimientos


EL NACIONAL - Lunes 20 de Septiembre de 2010 Escenas/2
Carlos Castilla y los sentimientos
PALABRAS SOBRE PALABRAS
LETRAS
FRANCISCO JAVIER PÉREZ

Tuve la suerte de conocer en Madrid, el año 2008, a Carlos Castilla del Pino. Todos los jueves regalaba su sabiduría y su simpatía a los miembros de la Real Academia Española, de la que fue uno de sus más nobles numerarios, y a los académicos hispanoamericanos que nos encontrábamos de paso en las aulas de la madre de todas las Academias de la lengua española. Un año apenas le quedaba a su vida para culminar el ciclo de saber y bondad con el que siempre será recordado.

Don Carlos, que había nacido en Cádiz el año 1922, tenía por Venezuela una consideración particular y recordaba su visita al país muchos años antes y las perdurables amistades que se llevó de nuestra tierra. Muy pronto entre él y yo se estableció una conexión que ya sería permanente. Pertenecíamos a la comisión que revisaba el diccionario de la lengua, en cuanto a las voces de las ciencias humanas, y que dirigía el gran filólogo Gregorio Salvador. El sitio de encuentro era la vetusta y nobilísima biblioteca de la Academia y la hora, las 3:00 de la tarde de cada jueves, en compañía, además, del dramaturgo Francisco Morales Nieva, el caricaturista Antonio Mingote y el novelista Arturo Pérez-Reverte.

Poco a poco fui enterándome de quién era Carlos Castilla, de su gran reputación científica y de la celebrada personalidad intelectual que era este gentil numerario que cada jueves viajaba de Córdoba a Madrid para cumplir con sus tareas académicas. Esos tres meses fueron suficientes para tomarle un cariño especial y para hacer sólida una admiración que ya nunca terminará.

Experto en psiquiatría y neurología, hizo importantes contribuciones a estas ciencias y cumplió altas tareas de gestión pública que las fortalecieron con permanencia. Su obra escrita es vasta y rica en tratados de ciencia y en obras de factura humanística. La literatura llamó a su puerta desde temprano y su bibliografía puede exhibir por ello títulos de creación y crítica tan singulares como ese Cordura y locura en Cervantes. Practicaba un arte de la escritura que cargaba de inteligencia todo lo que escribía y que lo hacía con la límpida sencillez de la lengua. Agudo en el hablar y el escribir, da a la imprenta su autobiografía y la ofrece bajo parodia gramatical con el título de Pretérito imperfecto.

Autor exitoso y de obra reimpresa con habitualidad, vuelve ahora a aparecer su Teoría de los sentimientos (Tusquets, 2008). Exploración meticulosa sobre lo que ellos significan para el hombre, el mejor semblante de la ciencia humanística que practicaba el escritor, destina espacios al odio, la envidia y la sospecha dentro de esta filosofía de lo que los hombres sentimos.

Cuando se ocupa de los discursos del sentimiento, señala el compromiso del lenguaje y lo entiende intencionado: "Hay que admitir que el lenguaje verbal nunca informa de manera neutra, aséptica, sino que modula expresivamente esa información. Esta presencia de factores expresivos se incrementa en cantidad y cualidad cuando el discurso verbal se utiliza para describir o explicar estados emocionales".

Sabía tanto de los bajos sentimientos, que escogió vivir conducido por los mejores. Fueron ellos los que fascinaban en la personalidad inolvidable de este sabio contemporáneo, querido y venerado.
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EL NACIONAL - Lunes 20 de Septiembre de 2010 Escenas/2
Carlos Castilla y los sentimientos
PALABRAS SOBRE PALABRAS
LETRAS
FRANCISCO JAVIER PÉREZ


Tuve la suerte de conocer en Madrid, el año 2008, a Carlos Castilla del Pino. Todos los jueves regalaba su sabiduría y su simpatía a los miembros de la Real Academia Española, de la que fue uno de sus más nobles numerarios, y a los académicos hispanoamericanos que nos encontrábamos de paso en las aulas de la madre de todas las Academias de la lengua española. Un año apenas le quedaba a su vida para culminar el ciclo de saber y bondad con el que siempre será recordado.

Don Carlos, que había nacido en Cádiz el año 1922, tenía por Venezuela una consideración particular y recordaba su visita al país muchos años antes y las perdurables amistades que se llevó de nuestra tierra. Muy pronto entre él y yo se estableció una conexión que ya sería permanente. Pertenecíamos a la comisión que revisaba el diccionario de la lengua, en cuanto a las voces de las ciencias humanas, y que dirigía el gran filólogo Gregorio Salvador. El sitio de encuentro era la vetusta y nobilísima biblioteca de la Academia y la hora, las 3:00 de la tarde de cada jueves, en compañía, además, del dramaturgo Francisco Morales Nieva, el caricaturista Antonio Mingote y el novelista Arturo Pérez-Reverte.

Poco a poco fui enterándome de quién era Carlos Castilla, de su gran reputación científica y de la celebrada personalidad intelectual que era este gentil numerario que cada jueves viajaba de Córdoba a Madrid para cumplir con sus tareas académicas. Esos tres meses fueron suficientes para tomarle un cariño especial y para hacer sólida una admiración que ya nunca terminará.

Experto en psiquiatría y neurología, hizo importantes contribuciones a estas ciencias y cumplió altas tareas de gestión pública que las fortalecieron con permanencia. Su obra escrita es vasta y rica en tratados de ciencia y en obras de factura humanística. La literatura llamó a su puerta desde temprano y su bibliografía puede exhibir por ello títulos de creación y crítica tan singulares como ese Cordura y locura en Cervantes. Practicaba un arte de la escritura que cargaba de inteligencia todo lo que escribía y que lo hacía con la límpida sencillez de la lengua. Agudo en el hablar y el escribir, da a la imprenta su autobiografía y la ofrece bajo parodia gramatical con el título de Pretérito imperfecto.

Autor exitoso y de obra reimpresa con habitualidad, vuelve ahora a aparecer su Teoría de los sentimientos (Tusquets, 2008). Exploración meticulosa sobre lo que ellos significan para el hombre, el mejor semblante de la ciencia humanística que practicaba el escritor, destina espacios al odio, la envidia y la sospecha dentro de esta filosofía de lo que los hombres sentimos.

Cuando se ocupa de los discursos del sentimiento, señala el compromiso del lenguaje y lo entiende intencionado: "Hay que admitir que el lenguaje verbal nunca informa de manera neutra, aséptica, sino que modula expresivamente esa información. Esta presencia de factores expresivos se incrementa en cantidad y cualidad cuando el discurso verbal se utiliza para describir o explicar estados emocionales".

Sabía tanto de los bajos sentimientos, que escogió vivir conducido por los mejores. Fueron ellos los que fascinaban en la personalidad inolvidable de este sabio contemporáneo, querido y venerado.

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