jueves, 5 de agosto de 2010

sestomanía


EL NACIONAL - Sábado 31 de Julio de 2010 Papel Literario/3
Sobre la crisis de los museos
Catalepsia museística
ROLDÁN ESTEVA GRILLET

Hasta principio s de lo s setenta del pasado siglo, en Caracas sólo existía el Museo de Bellas Artes como institución vinculada al desarrollo artístico del país.

Desde su refundación, en 1938, con un edificio entre neoclásico y art decó de Carlos Raúl Villanueva, y en particular con sus Salones Oficiales de Arte Venezolano, entre 1940 y 1969, hasta la creación de los nuevos museos de los años setenta, la Galería de Arte Nacional y el Museo de Arte Contemporáneo, ese antiguo y prestigioso museo atesoró la principal colección de arte del país, a la vez que sirvió de sede de una importante serie de ex posiciones de a r te extranjero que contribuyeron mucho a incrementar el gusto por el arte y la formación de nuestros jóvenes artistas. Como una de sus funciones colaterales, cumplió con ceder alternativamente alguna de sus salas para exposiciones de artistas contemporáneos, en momentos en que las galerías comerciales eran escasas, actividad que no dejó de rea lizar cuando éstas abundaron, pero ya escogiendo aquellos artistas consagrados o de vang uardia que las mismas galerías no se atrevían o no les interesaba patrocinar.

Los años ochenta f ueron los años del retorno a la pintura, luego de tanto conceptualismo y performances, pero sobre todo de los salones regionales.

No hubo ciudad capita l del interior que no lanzara su Bienal o su Salón Anual, con la participación de entendidos locales y la invitación de críticos de arte residenciados en Caracas.

Nuevos museos entraron a disputarse el público creciente del arte en Caracas: el de la Rinconada (hoy Alejandro Otero), el Museo de Arte Popular de Petare, el Cruz Diez dedicado a la estampa y el diseño, el Jacobo Borges en el oeste de la ciudad. Todos, sin excepción, fueron eventualmente sedes de exposiciones significativas que originaron polémica y dejaron registrado en sesudos y bien ilustrados catálogos el acontecer artístico el momento. Por si quedaran dudas, la prensa de la época da cuenta de todas estas actividades, con las correspondientes reseñas críticas, entrevistas a artistas premiados o disconformes, o encuestas entre el público asistente, cuando no las mismas declaraciones de alguna de las varias autoridades en cuyas manos estaba el presupuesto o el diseño de políticas.

La llegada de los noventa significó un paso fundamental en la gestión museística, con una generación madura, ya formada, con estudios universitarios y suficiente experiencia en la administración de colecciones y en la curaduría de exposiciones. El paso lógico fue otorgar mayor independencia programática y autonomía gerencial a los principales museos a través de la figura jurídica de la Fundación del Estado. No está de más decir que eran los tiempos del Dr. José Antonio Abreu al frente de la Presidencia del CONAC.

Sin pretender historiar esa década de sana competencia entre los principales museos, que vio crecer sus públicos al tiempo que la calidad de sus exposiciones fuesen traídas del exterior u originadas en el patio, lo cierto es que todavía se consiguen a la venta algunos de los enjundiosos catálogos de entonces que ponen de manifiesto el fervor y el rigor con que se trabajaba.

Los diversos gobiernos supieron, sin mezquindad alguna, reconocer el derecho a una autonomía en la gestión, basados en la confianza en un personal de alto nivel, especializado, ajeno a la política y sólo atento a la calidad que un museo debe ofrecer a su público. Baste con decir que nuestros museos eran la vanguardia en Sudamérica y algunos de ellos, como el Museo de Bellas Artes o el Museo de Arte Contemporáneo, habían adquirido el nivel envidiable para cualquier país como para recibir en sus sedes exposiciones sumamente apetecibles de parte de museos prestigiosos de Europa o Estados Unidos, con mayor experiencia y riqueza patrimonial.

La situación empieza a cambiar a partir del año 2000.

Veamos algunos síntomas.

Ese año, el Museo Jacobo Borges aceptó exponer una gran exposición fotográfica, tipo reporteril, sobre el primer año de gobierno del presidente Hugo Chávez Frías.

Por su parte, el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imber, aceptó exponer una selección de piezas artesanales y turísticas de cada uno de los países miembros de la OPEP, reunidos en Parque Central. Ambas programaciones no fueron iniciativas de las respectivas directoras (Adriana Meneses Imber y Sofía Imber), sino impuestas por el Presidente del CONAC, Manuel Espinoza, pintor, diseñador gráfico, director fundador de la Galería de Arte Nacional y miembro de cuanto consejo consultivo existiese en los museos de entonces.

A inicios del año 2001 ocurrió la vergonzosa y humillante destitución de varios de los más famosos directores de museos, entre ellos Sofía Imber y María Elena Ramos, desde un programa de televisión por parte del Presidente de la República. La medida tomó por sorpresa a todos menos a Espinoza, autor de la maquinación, pero motivó la renuncia de quien había sustituido a Roberto Guevara (ya fallecido) en la Dirección Sectorial de Museos, el arquitecto Guillermo Barrios, hoy decano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV.

Puede decirse que por un escaso lustro los museos siguieron actuando como si nada hubiera pasado, si bien a lgunos de ellos se resintieron fuertemente a ciertas manipulaciones desde el CONAC. Se creía con mucha ingenuidad que la presencia de Manuel Espinoza en su presidencia podía ser una garantía de comprensión hacia sus necesidades. En 2003, Espinoza, comunista de vieja guardia, renunció a su cargo ante la reducción del 30% del presupuesto para los museos.

Se había creado el Ministerio de la Cultura, sin cartera, en manos del arquitecto Francisco Sesto Novas. El nuevo Ministro se encargó de liquidar al CONAC. Su primera política en relación a los museos fue la de promover la creación de sindicatos de trabajadores. Pero, entre manos se traía ya extender a los museos una política de reducción drástica de personal.

Mal que bien, por los pocos recursos, la Galería de Arte Nacional y el resto de los museos lograron a realizar hasta 2004 una que otra exposición al viejo estilo, es decir, con todos los requisitos cumplidos por la museología contemporánea. La última exposición digna, con todas las de la ley, realizada en la Galería de Arte Nacional, fue una retrospectiva en homenaje a Claudio Perna, curada por la crítico y museóloga Zuleiva Vivas en 2004. Considero de suma importancia retener este último dato, pues a partir del siguiente año todo empezó a derrumbarse.

En efecto, en 2005 el ministro Sesto consideró necesario dar por finiquitada la experiencia autonómica de las Fundaciones del Estado para cada uno de los museos, y centralizar todo en una sola Fundación de Museos Nacionales, dueña a su vez de todo el patrimonio. Se centraría así la administración de los recursos pero también, y fue lo más criticable, toda la programación. En pocas palabras, los museos, o mejor dicho, los directores de museos ya no podrían realizar sus propias programaciones en sana competencia, atendiendo a sus respectivos perfiles museísticos, sino que debían atenerse a lo que se decidiera en la Fundación como cuerpo directivo.

Desde la presidencia de la Fundación de Museo Nacionales se impuso, especia lmente con Zu leiva Vivas, una política que hasta ahora se ha seguido a pie juntillas, y que resumidamente ha consistido en estas pautas: no dar información a la prensa sin autorización; no conceder entrevistas a los medios desafectos al régimen; no adquirir obras, salvo que sean donadas; no se hacen exposiciones individuales, sólo colectivas; las exposiciones deben duran de tres a cuatro meses (las hay que han durado entre seis y nueve meses); programación anual limitada a tres exposiciones; no se publican catálogos; se usan las paredes para explicaciones didácticas; prioridad educativa y rezago investigativo; desaparición del curador; ausencia de autonomía programática; no se pagan seguros, por tanto no se incluyen obras de colecciones privadas; reciclaje de colecciones; selección de personal mediatizada por la política; no se reciben exposiciones del exterior salvo aquellas que interesen políticamente.

El regreso del ministro Sesto al cargo en 2010 representó una nueva remoción del personal directivo, pero añadió una injusta acusación: responsabilizar a los trabajadores de lo que no ha sido sino una consecuencia de las políticas trazadas desde la Fundación de Museos Nacionales. La poetiza sor Juana Inés de la Cruz lo habría tildado de "hombre necio". Y para seguir con las insensateces y las contradicciones, reconoce que la Fundación ha ahogado a los museos, pero en vez de buscar una asesoría, decide, por su cuenta y como castigo, quitarles definitivamente sus colecciones a fin de resguardarlas en una sola bodega, que no está en condiciones óptimas, por inconclusa, ni para su propio museo: la de la Galería de Arte Nacional.

En una entrevista reciente al maestro Carlos CruzDiez, ante la pregunta de si conven ía resg ua rda r todo el patrimonio en un depósito, recordó que esa medida extrema sólo se ha tomado en Europa en tiempos de guerra. Pero es que en Venezuela estamos en guerra, sólo que si el Presidente se la ha declarado a la propiedad privada y en particular a las empresas productoras de alimentos, el Ministro de Cultura se la acaba de declarar al patrimonio artístico venezolano. Sin embargo, mi más firme esperanza es que los museos entren en estado cata léptico y que a lgún día, ojalá no muy lejano, vuelvan a la vida como Rafaela Baroni, más lúcidos y no como zombis.

De las crisis

MARÍA ELENA RAMOS

Una línea de aproximación al tema de los museos duran te estos 11 años nos obliga a marcar algunos hitos con las distintas crisis.

1. "Yo estoy aquí para frenar a la jauría y evitar el reparto del botín", dijo más de una vez Alejandro Armas.

Así comenzó su gestión cultural con talante mediador y con su deseo de conocer, de buena fe, cuál era el estado del legado que recibía.

2. "Hay que desmontar las fundaciones de Estado, hay que desmontar los principados", fue el repetido grito de guerra del sucesor, Manuel Espinoza.

3. ¿Príncipes o guardianes? En enero de 2001 la llamada "Revolución cultural" apuntó directamente a derribar el obstáculo de quienes éramos más bien los guardianes de las puertas. En esa crisis salimos sin previo aviso y en un solo día 18 presidentes de instituciones.

4. "Aquí los curadores tienen que bajar la cabeza, pero no se preocupen que yo también estoy bajando la cabeza ante el viceministro". Con esta autoinauguración comenzó a dirigir las curadurías del MBA una profesional del medio.

5. El desdibujamiento de los perfiles. Arrancados primero los directivos, reducida al mínimo la función del curador, no sorprendió que el complemento natural fuera el irrespeto al carácter propio y específico de cada museo.

6. Año 2003. Sale el viceministro Espinoza, entra el ministro Sesto.

Farruco Sesto profundizó el proceso de desmontaje de la institucionalidad cultural y la pérdida de autonomía y de perfil de cada museo. Politizó más radicalmente al medio.

Venecia sí... Venecia no... La censura del arte.

Uno de los primeros actos públicos de Sesto fue censurar la obra de Pedro Morales elegida para representar a Venezuela en la Bienal de Venecia de 2003.

7. Separar los signos y los logos. En el año 2006, con la llegada de El perro y la rana, se eliminan los logos de las instituciones. Fue un golpe físico, material, pero sobre todo un nuevo golpe moral a las identidades museológicas.

8. La crisis del público. Se habría esperado que un gobierno de vocación social hubiera sido capaz de crear nuevas audiencias, más amplias y populares. ¿No han sabido captar nuevos públicos? ¿O no les ha interesado hacerlo?

9. Año 2005. Liquidación de las fundaciones del Estado y creación de una Fundación de Museos centralizadora.

Se dieron dos graves retrocesos: el administrativo y el de la autonomía especializada --para la programación de exposiciones, las adquisiciones y la profundización del perfil de cada institución.

10. Una crisis anunciada que, por ahora, no ha llegado a estallar. El Viceministro de Cultura propuso en 2009 que las colecciones fueran devueltas a sus países de origen. Sugerí que abrieran la Web del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana.

¿Por qué nuestro Gobierno, tan lamentablemente afín al de Cuba, no sigue su ejemplo cuando se dan experiencias positivas como ésta?

11. Mayo de 2010. La crisis de las colecciones. El reciente anuncio de Sesto sobre las colecciones ha dado lugar a un documento público de rechazo, con más de 900 firmas. Con el título "Contra el despojo. Por el fortalecimiento de nuestros museos", representantes de todos los sectores de la cultura señalamos el peligro que corren los museos, entes patrimoniales esenciales para la nación.


La procesión va por dentro
El campo de los empleados, técnicos y especialistas ha sido muy golpeado en estos once años, aunque no haya sido reconocido públicamente.

Acerca de estos profesionales hay que saber discernir comportamientos muy distintos, que van desde la complicidad hasta la resistencia, desde la indolencia hasta el arriesgado compromiso con la verdad.

La situación actual
La intuición general es que una eventual centralización de las obras en un solo depósito conllevaría a otra crisis más definitiva: el aniquilamiento de los museos.

En un régimen como éste es mucho lo que se retrocede y lo que se des-aprende. Se des-aprende democracia, se des-aprende modernidad.

Pero puede re-aprenderse a valorar una democracia herida, y puede aprenderse sobre todo de la madurez de la lucha. En cualquier caso, ésta por los museos y las colecciones es un tipo de lucha que vale la pena siempre, que lleva a no dudar.

Fotografía:
Alexandra Blanco (El Nacional, Caracas, 31/07/10)

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