martes, 31 de agosto de 2010

radar para un enredo


Estupefacción de Estado
Luis Barragán


Galopantemente, el Estado está copando todos los espacios posibles. Confundiendo la propiedad social con la estatal, inevitablemente estamos condenados a depender de la gran burocracia del PSUV, según la grata utopía de los privilegiados del poder. De modo que no hay ni habrá iniciativa personal o comunitaria alguna, libre de sospecha. Toda aquella que aparezca, aún en medio del fulgurante ascenso de la supervivencia que los magnificos (y magnánimos) monopolizadores de las divisas (y de la pólvora) imponen, merece la asfixia del caso, literal y preferiblemente mecánica de haber ocasión.

La sociabilidad es un dato condenable, porque el único relacionamiento admisible es con el Estado que todo lo concibe, ordena, concede, niega, retribuye, amonesta y redefine. Los obreros de Guayana que aplaudieron a rabiar el anacronismo de una nacionalización según el canon, deben esperar el dedo gracioso de Chávez Frías (de acuerdo a la inolvidable metáfora de Jacqueline Farías), en lugar de la contratación colectiva, la solución al inmenso pasivo laboral u otras demandas que se suponen de inmediata satisfacción por el Estado que los representa y los hace protagonistas de una hora histórica.

Estupefactos, nos descubriremos como Estado. Evidentemente, en los suburbios más alejados del núcleo de poder, porque estamos destinados a ser sus empleados o asalariados si de sobrevivir se trata y, a lo sumo, radicalmente flexibilizado el mercado laboral, a integrarnos en la alianza patriótica que haga con empresas de otros países, incluyendo las transnacionales que hoy son malas y mañana pueden ser buenas en el burdo maniqueísmo de la evolución del modelo que – por única novedad – se nombra como el siglo en curso.

“El hombre es social en virtud de su condición de persona, que exige para realizarse como tal el establecimiento de relaciones con otras personas iguales”, refirió en una ocasión José Barbeito. Y, convengamos, no es precisamente lo que caracteriza – además – ese comunalismo en ciernes, supeditado a los intereses del poder central que puede convertirlo rápidamente en sendos comités de defensa de una revolución que cuenta con un único beneficiario, el relacionante o relacionador de la Venezuela que se abre paso en medio de excesivos odios, rencores y temores.

Fuente:
http://notivargas.org/columnistas/14109-luis-barragan--estupefaccion-de-estado.html
Ilustración:
http://radardelosbarrios.blogspot.com/2010_05_01_archive.html

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