martes, 10 de agosto de 2010

y por otro lado....


De una referencia anacrónica
Luis Barragán


Sorprenderá a las más recientes generaciones, fatigadas por las circunstancias de una década conflictiva, el entusiasmo que despertó el proceso cubano décadas atrás. Plenitud de todas las aspiraciones de redención social, la estampa romántica de los que hicieron de la Sierra Maestra epicentro de todas las gestas contemporáneas, parecía condensar mejor el anhelo de una democracia que dejaría atrás los vicios burgueses en el ademán de perfección de la dictadura del proletariado.

Muy temprano, en la década de los sesenta, dudar de la oportunidad e intenciones de la revolución caribeña constituía casi un delito en el debate político venezolano, por lo que también es necesario reconocer la valentía de la opinión disidente que mal podía confundirse con la defensa del batistato. Hubo actores, líderes y partidos, que cuidaron muy bien de pronunciar una palabra disonante, aunque no tardarían los manifiestos o declaraciones de La Habana que – ya desinhibidamente – dijesen de la naturaleza de un régimen, al filo de una – ahora – inimaginable guerra fría.

A modo de ilustración, en entrevista concedida al periodista Manuel Cabieses, Wolfgang Larrazábal señaló que “no estoy arrepentido ni lo estaré jamás” de haber ayudado a la causa representada por Fidel Castro, acaso única instancia opositora reconocida por la junta que reemplazo a Pérez Jiménez. Añadió: “Los venezolanos no tenemos por qué arrepentirnos de la ayuda que se entregó al pueblo cubano. Cuando se hizo la ‘operación bolívar a la Sierra Maestra’ todos los venezolanos sentimos que estábamos cumpliendo con nuestro deber. Y luego sentimos una gran satisfacción de haber cooperado con el derrocamiento de un régimen tiránico” (El Nacional/Caracas, 05/08/1960).

Valga destacar que el popular Larrazábal, quizá un líder de la “reserva” de segura emergencia y estelar papel en el caso de debilitarse peligrosamente el gobierno de Rómulo Betancourt, cedió con facilidad a la opinión ambiental, en lugar de una mayor discreción o previsión frente al ritmo acelerado de lo que se convertiría en detonante de una crisis, por lo demás, de alcance mundial. Empero, a su favor habla una matriz que se impuso en el debate público que, apenas, a pesar de las evidencias, se vio alterada por los consabidos acontecimientos de Praga o la propia pelea que cazó Fidel Castro con el PCV, años más tarde, a propósito del foquismo en boga.

Una desmedida campaña publicitaria y propagandística del chavezato, pretende vendernos a la Cuba de los lejanos sesenta, como si no hubiese fracasado contundentemente ni representara con exactitud el socialismo que se derrumbó a partir de Berlín, en claro desafío de los supuestos más generosos del marxismo. Bastará con ver “Habana Eva”, la novísima película de Fina Torres, para apreciar cuán atrás ha quedado la isla, imposible de disimular con el perfomance postrero de Fidel en la sesión extraordinaria del siete de los corrientes, en el simulacro de parlamento que tiene.

Fotografía: W. Larrazábal entrevistado por Manuel Cabieses, según Martínez Pozueta (El Nacional, Caracas, 05/08/1960)

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