martes, 10 de agosto de 2010

largamente grabada


EL NACIONAL - Domingo 08 de Agosto de 2010 Siete Días/7
Humo
El FBI quizás sea la fuente más fiable en todo el brutal relato del paso de los Kennedy por el Gobierno de Estados Unidos. Nada de lo que decía Marilyn quedaba sin grabarse
ALBERTO BARRERA TYSZKA

Estaba terminando el libro cuando caí en cuenta de que, en dos días más, estaríamos ante un nuevo aniversario de su muerte. "El 4 de agosto ­escribe el periodista Francois Forestier­ Marilyn se duerme al teléfono. Para siempre". Esta semana se cumplieron 48 años de esa noche.

Y todavía Marilyn Monroe se mantiene como un ícono, tan tentador como indescifrable, de la seducción femenina.

Es todo un clásico la imagen de la mujer que, de pronto, se detiene sobre una rejilla de ventilación y deja que los vapores que huyen del asfalto muevan el interior de su falda. Ahí está una de las maravillas de la experiencia humana: una fugacidad que se convierte en mito.

El asombroso tránsito que va desde la creatividad, o la improvisación, hasta el arte erótico, y luego a la inevitable reproducción, al fetiche. Las fotos más honestas de Marilyn Monroe no nos interesan. Las fotos confidenciales, que muestran a una mujer de 36 años, eternamente mal dormida, con una dieta de muchas pastillas ligadas con Don Perignon, ofrecen un morbo menor, más frustrante. Lo que realmente excita está en el estereotipo.

En un lúdico y lúcido ensayo, el escritor chileno Rafael Gumucio arremete contra la belleza, y destaca su condición breve y fatal. "Hasta Marilyn Monroe, la diosa que brillaba sin problemas en la comedia, tenía que morir temprano, morir antes, morir urgentemente para poder convertirse en un afiche". Es parte del pacto que propone el marketing de la eternidad. El comercio de los símbolos también es salvaje y cruel. Nadie quiere héroes en sillas de ruedas y con mal de Parkinson. Nadie se acuesta a soñar con una diva arrugada.

De vez en cuando, sin embargo, aparecen libros como el de Francois Forestier. Se llama "Marilyn y JFK". Propone una indagación exhaustiva, hasta dónde se puede, de los hechos y de las circunstancias que marcaron las relaciones entre la actriz y el entonces Presidente de Estados Unidos. Al contrario de lo que cualquier lector desprevenido pudiera esperar, quien queda más grosera y crudamente desnudo es el poder. El ejercicio periodístico acaba bastante rápido con las vestiduras simbólicas. Marilyn Monroe aparece como una mujer frágil, muy desordenada, caprichosa y sin rumbo, totalmente dominada por las drogas, bastante carente de lujuria, sin demasiada higiene íntima y sin ninguna intuición política. John Kennedy es presentado como un sifrino irresponsable, sin medio gramo de ética, obsesionado por acostarse con todas las mujeres mientras deja que el clan familiar y la mafia se hagan cargo del país. A medida que van pasando las páginas, poco va quedando de los mitos. Una mujer frígida y un eyaculador precoz, una fallida aventura personal, un gran espectáculo.

Porque lo que verdaderamente le interesa a este periodista francés es la intimidad del poder, lo que ocurre debajo o detrás de los reflectores de lo público, más allá o más acá de la experiencia mediatizada de la política y del entretenimiento. Cómo se desatan y se esparcen, cómo se trasiegan y se expresan las pequeñas miserias humanas desde la idea de inmortalidad que te da el éxito. Es una fascinación adictiva: de qué somos capaces cuando sentimos que tenemos un poder infinito, cuando sentimos que nada de lo que hacemos puede tener consecuencias. El poder también es una droga dura.

No en balde todavía no existe una versión clara del asesinato del JFK. No en balde cualquier investigación que se pretenda realizar, incluida la que soporta este libro, necesita reconstruir lo ocurrido a partir de documentos archivados, pesquisas interminables de fotos desaparecidas, datos escondidos; registro de grabaciones ocultas... Hoover, tan invisible como presente, es una suerte de historiador privilegiado del siglo XX norteamericano.

La verdadera biografía del país se escribía y se guardaba en su biblioteca personal. El FBI quizás sea la fuente más fiable en todo el brutal relato del paso de los Kennedy por el Gobierno de Estados Unidos.

Nada de lo que decía Marilyn quedaba sin grabarse. Quizás sea esa la verdadera metáfora de una muerte junto a un teléfono descolgado.

En los primeros versos de su conocido poema "Oración por Marilyn Monroe", Ernesto Cardenal recuerda que la estrella de cine fue violada a los 9 años de edad. En el final del su reportaje, Francois Forestier asegura que en sus últimos días, rechazada por JKF y despedida por la 20th Century Fox, drogada y borracha, Marilyn fue violada por el mafioso San Giancana, otro miembro cercano al entorno de los Kennedy. Luego le mandaron las fotos de la violación a Frank Sinatra. Dicen que el cantante las quemó con un yesquero. Para que la belleza continúe.

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