lunes, 23 de agosto de 2010

duro oficio


EL NACIONAL - Domingo 22 de Agosto de 2010 Opinión/9
ATres Manos
Miradas múltiples para el diálogo atresmanosrlanz@gmail.com
El duro oficio de pensar
"Es posible que el libro, que sobrevivió a incendios de la biblioteca de Alejandría, a la furia del inquisidor, a la persecución de los tiranos, a los nuevos y efímeros dioses de la imagen televisiva, afirme, una vez más, la multiplicidad de mundos que habitan sus páginas, y sobreviva a la gran hoguera desde siglos encendida" Víctor Bravo: Leer el mundo, pág. 182
RIGOBERTO LANZ

Hubo una época de tanta sinceridad publicitaria que Goodyear saturaba el mercado con una edificante cuña que remataba así: "...permítanos pensar por usted"
. Semejante transparencia aturde.

Algún disimulo hay que intercalar allí para que las masas se coman el cuento de que "piensan con cabeza propia".

El simulacro massmediático es a la larga más eficaz: sustrae todo rastro de autonomía crítica compactando la pastosa sensibilidad del idiota funcional en paquetes de felicidad al gusto. Para sobrevivir en los vertederos de la flamante "sociedad de masas" no hace falta estar pensando. Después de todo, la ignorancia no está en crisis por lo que miles de millones de trajes ambulantes van y vienen como si todo está "normal" (este es el momento en el que usted dirige la mirada hacia el cuadro de la Mona Lisa y se hace cómplice de su venenosa sonrisa: todo ha sido dicho).

De los modos de pensar somos víctimas tal vez desde la etapa fetal. En esta larga travesía nos topamos con su versión más lograda: el paradigma de la simplicidad. En el fondo de lo que se trata es de ahorrarle a la gente el fastidio de estar pensando. La simplificación de todo transmite la imagen amigable de que así son las cosas, nadie se muere de ayuna intelectual. La tarea reflexiva está acompañada de estudios, formación, mucha lectura, diálogo intelectual. Todo ello implica grandes esfuerzos que estarían descontados al sagrado principio de tener más. Las personas "exitosas" lo son justamente en ámbitos completamente ajenos a exquisiteces epistemológicas.

Imagine usted cómo se complican las cosas si le planteamos ahora la necesidad vital de cambiar los modos de pensar, es decir, el reconocimiento de que la dominación está garantizada mientras prevalezca el modelo cognitivo de la Modernidad, que las relaciones de poder están instaladas también en los procesos de producción de conocimiento, que las prácticas y discursos predominantes en el conjunto de la sociedad son enteramente funcionales a las necesidades de reproducción de la racionalidad imperante. Ello incluye los aparatos científicos, a los espacios de escolarización, los aparatos culturales, religiosos, etc.

La regla de oro para salir del tremedal intelectual que caracteriza a la "sociedad de masas" es recuperar la criticidad del pensamiento. Ello presupone una sensibilidad, más que una acumulación de conocimientos. No se entregan títulos académicos de pensamiento crítico. De lo que se trata es de un distanciamiento (ético-estético-epistémico) en relación con la hegemonía del paradigma de la simplicidad. ¿Cómo se logra semejante mutación? No hay fórmulas ni caminos cortos. Se trata siempre de un proceso muy complejo en el que las rupturas se viven no sin desgarramientos. Agregue usted la condición de base de todo pensamiento que es su vinculación con los contextos culturales y el entramado de prácticas características de cada coyuntura histórica.

Nadie piensa en el vacío desde un enigmático punto cero.

Quiere ello decir que todo se mezcla con todo, no existe un pensamiento crítico "puro". Ya es bastante que las personas salgan del rebaño, que puedan sospechar de los paquetes que suministra la subcultura massmediática, que puedan conmoverse ante la desidia y la mediocridad reinantes. A este fenómeno se le llamaba en los predios del marxismo "tomar conciencia". Lo que importa destacar es la idea de un proceso que puede liberar ataduras, introducir interrogantes en los núcleos duros de creencias muy arraigadas, en fin, abrir compuertas que parecían irremediablemente cerradas.

Al lado del trabajo intransferiblemente personal que está en juego, hay una dimensión fundamental que es el arte de pensar juntos (en el mismo sentido de la estética maffesoliana de "sentir juntos").

Ilustración: Manuel Felguérez,

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