jueves, 15 de julio de 2010

reacomodamiento semántico


De la pretendida estupidez ideológica
Luis Barragán


Nuestra angustia ha de sumergirse en toda suerte de interrogaciones, a objeto de recuperar la comunidad de entendimiento que lentamente estamos perdiendo. Significa reencontrar los espacios de un debate público de sensatez, coherencia y profundidad, reivindicando el sentido de responsabilidad que la divisa petrolera deshace en medio del vendaval de cada coyuntura que nos abruma.

La prensa diaria, cada vez más abultada por la diagramación y el diseño que por los textos, constituye la irreemplazable tribuna de las pluralidades (hasta nuevo aviso). Y, como antes, debe reportarlas afianzando aquellos valores y principios necesarios, en lugar de fingirlos y traicionarlos recurrentemente, aún en nombre de los más elevados que pierden toda significación en el naufragio del oportunismo.

El fenómeno no está exclusivamente circunscrito a la política, lo político y los políticos, sino que sintetiza a todo actor, toda situación y todo ámbito de defensa de aquellas ideas de las que no preocupa debilidad alguna. No basta con proclamarlas, inflamando los labios, mientras pierdan sentido, legitimidad y, finalmente, emoción.

En una obra reciente, Juan Carlos Rey muy bien confrontó a los partidos pragmáticos y utilitarios, con los ideológicos e institucionales de posible y entera viabilidad - le agregamos - para una venidera transición democrática. Hubo voces, hoy alarmantemente escasas o inexistentes, que en distintas y convenientes ocasiones nos alertaron a través de los medios establecidos, como la de Elio Mujica: “En Venezuela nos atribuimos etiquetas ideológicas de forma gratuita, pero jamás explicamos nuestros enfoques de los problemas ni delineamos las soluciones que sugerimos para los mismos” (“Faltan definiciones ideológicas”, El Nacional/Caracas: 13/10/81).

Espectáculo antes que deliberación, no debe extrañar a nadie la naturaleza, características e implicaciones del modelo campamental en curso. Al menor descuido, el postsocialismo o la etapa ulterior de lo que fuere esto que se dice resultado de una revolución, nos tiene por rehenes de versiones o interpretaciones que – creyéndose intocables – degeneran constantemente.

La noción que de nosotros mismos celebramos, se encuentra en “Doña Bárbara” de Rómulo Gallegos, cruza “Por estas calles” de Ibsen Martínez/RCTV y parece culminar en las largas transmisiones radiotelevisivas de Chávez Frías, quien habla estrictamente de todo y de nada simultáneamente. No obstante, títular del poder tan reacio a la imaginación, causa un inmenso daño que incluye los colaterales de su muy presunta inocencia: compramos el metarrelato, aceptándolo así parezcamos combatirlo.

Todos somos especialistas de todo, desconfiando de las personas, entidades y - principalmente - partidos que asuman y desarrollen un planteamiento fuera de las casillas que nos deleitan por rigor de los dados cargados. Nos irrita que, en el reino anchuroso y confortable de lo más común, desluzcan los enredijos absolutamente intraducibles que anteriormente no lo eran, como los de Iván Pulido Mora, Miguel Ignacio Purroy, Héctor Malavé Mata o Mauricio García Araujo y sus muy atendidas observaciones sobre el curso de la economía en periódicos y revistas.

Tornados en enredijos absolutos mismos, rechazamos los argumentos que digan de una irreductible existencia de principios y valores. Autores como Manuel Aragón, por ejemplo, en un título experto, no concordaba con el poder constituyente, por mucho que fuese, para entronizar la muerte, así como Richard Morse indicaba aquellos asuntos que eran radicalmente buenos o malos, defendibles o no, imposibles de desfigurar, en un texto accesible de una revista importable como no puede hacerse ahora (“Latinoamérica, hacia una redefinición de la ideología”, Vuelta/México: nrs. 128 y 129 de 1987).

El miedo a la pretendida complejidad que afecta nuestros directos, invariables y legítimos intereses a la simplicidad que vomita el poder, es lo que permite celebrar términos como el empleado por el ministro Jorge Giordani en sus dos o tres últimos libros: “transubstanciación”, en lugar de “transformación”. Y, por ello, revientan casos insólitos como el de las toneladas de alimentos putrefactos, siendo más inaudito aún que los máximos jerarcas de PDVSA (no otra que la socialista), Rafael Ramírez y Asdrúbal Chávez, lo tomen casi como broma (al igual que Chávez Frías), pues, en todo caso pueden convertirse o transubsustanciarse a favor den los anímales de cría.

Quizá espera un reacomodamiento de contenido semántico, como dijo una vez Wilmer Rojas Buendía al esbozar términos como “revolución” y ”privatización” (“La buena salud de las ideologías”, Economía Hoy/Caracas: 22/06/92), aunque lo cierto es que no podemos transitar por la vida social y política sin sentido. El espejismo siempre está a la vuelta de cada esquina, precipitándonos – incluso – en la hondura atropellada de nosotros mismos.

Fuente:
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/5122-de-la-pretendida-estupidez-ideologica

Ilustración:
S/f, "Economia Hoy", Caracas, 25/01/93

No hay comentarios:

Publicar un comentario