sábado, 10 de julio de 2010

Pedevalización del país


EL NACIONAL - Jueves 08 de Julio de 2010 Opinión/7
Siete tesis sobre la corrupción
COLETTE CAPRILES

1 . No es la persona sino el sistema. Por supuesto, son personas con nombre y apellido las que se han enriquecido grotescamente, las que han violado no sólo las leyes sino los preceptos más elementales de la decencia y de la nacionalidad, pero esto sólo ha sido posible porque la discrecionalidad en las atribuciones de gestión y control del Estado se ha vuelto descomunal. La corrupción es directamente proporcional a la concentración de poder.

En sociedades que gozan de un esquema de poder balanceado, la corrupción queda sin oxígeno.

2. Pero se trata de una relación de doble vía: los regímenes despóticos no pueden estabilizarse sin corrupción. La construcción de intempestivas fortunas entre los apparatchik mientras se reserva al "pueblo" la miseria igualitaria, es absolutamente necesaria para la consolidación de los gobiernos arbitrarios y autoritarios.

3. Cierto es que las posibilidades de aumentar el poder en forma discrecional guardan correspondencia con la extensión de las atribuciones del Estado más allá de la esfera política. A mayor sustitución del mercado por el Estado, más oportunidades para las economías mafiosas. El mercado es un mecanismo de igualación de poder; el Estado genera por definición asimetría en el poder (y el Estado despótico abusa del poder). Sin embargo, varios de los países con menor índice de corrupción tienen sistemas en los que el sector público tiene un importante rol económico como actor productivo (y no sólo como regulador). Pero este protagonismo económico no elimina, sino que por el contrario, incrementa el uso de mecanismos de mercado para la asignación de recursos. El Estado, como empresario, se somete a las reglas que él mismo sostiene para garantizar la competencia económica. La propiedad pública de empresas no las hace menos capitalistas.

4. Pero sobre todo, sociedades como Islandia, Nueva Zelanda o Finlandia, exhiben un aparato de Estado que cumple eficiente e igualitariamente la prestación de bienes y servicios públicos, con lo cual los incentivos para robar al Estado disminuyen. Por muchas razones, pero quizás la principal es una muy humana: la seguridad de tener instituciones que aseguran cierta calidad de vida reduce la incertidumbre acerca del futuro y esto cambia la valoración del delito de corrupción. En Venezuela es común, y se percibe como natural, la justificación del latrocinio como "seguro patrimonial", al amparo de una ejemplar impunidad.

5. La corrupción, en Venezuela, no es sólo el origen de fortunas que sacian el resentimiento; es también una "formación discursiva", un dispositivo retórico que opera como metonimia del mal gobierno. Cuando la corrupción irrumpe en la conciencia pública (y coagula alrededor de sí tantas otras piezas sueltas, tantos hechos y sospechas hasta entonces inconexos, tantas frustraciones y esperas insatisfechas) sabemos que el Gobierno se dirige al lado oscuro de la luna. Los efluvios de la corrupción concentran el resto de los males.

6. Ante las sombras, y en pleno conocimiento de las consecuencias políticas de una agenda pública con esos titulares, el Gobierno recurre a defensas retóricas: la llamada "dicaiología" (argumento que reconoce la culpa minimizándola, como cuando se habló de un "error" al referirse al espantoso e inhumano fraude alimentario), o al clásico, al rey de los argumentos, millones de veces repetido: acusar al otro de lo mismo; es la llamada "anticategoría" en los manuales de retórica. La lejana y mitológica "cuarta república" sería así un hervidero de putrefacciones, o será el ya casi fantasmal "sector privado" el que desempeñe el papel de ese otro que peca igual, y sufra la defensa represiva con una justicia cómplice del poder.

7. Y es que hay también un clásico topos en el discurso público venezolano: la relación causal y directa que habría entre pobreza y corrupción. El lugar común afirma que la pobreza es un asunto de mala distribución de la riqueza debida, precisamente, a la corrupción; en realidad, la pobreza es el resultado de un sistema de controles, mediaciones y limitaciones (en el desarrollo de las fuerzas productivas, como diría Marx, o en las libertades y oportunidades del emprendimiento económico, si se prefiere) que también genera corrupción: gemelas terribles, no madre e hija.

No hay comentarios:

Publicar un comentario