martes, 27 de julio de 2010

de una guerra napoleónica


EL NACIONAL - Lunes 26 de Julio de 2010 Escenas/2
Tergiversar el mundo
PALABRAS SOBRE PALABRAS
LETRAS
FRANCISCO JAVIER PÉREZ


Éste es el dictamen que leemos en uno de los libros testimoniales más inteligentes escritos sobre y en contra de Napoleón Bonaparte: Diez años de destierro (Lumen, 2007) de Madame de Staël.

Su autora fue referencia de buen hacer y buen decir en los predios de la literatura de su tiempo. Venerada por el encanto que desprendía su aguda conversación y la verdad inclemente de sus críticas, empieza a ser temida por el tirano, al que admiró al comienzo como todos y cuya autocoronación ya desvela al mundo la pasta de su naturaleza y la vileza de sus intenciones: "Me ha perseguido con minucioso esmero, con una actividad cada vez mayor, con una rudeza inflexible, y mis relaciones con él me han permitido conocerle mucho antes de que Europa haya comprendido la clave del enigma, dejándose, en su ignorancia, devorar por la esfinge".

El libro, que comienza a escribir en 1811, contará no sólo las desdichas de la escritora, desterrada en 1803, sino las desdichas de Francia y Europa y ofrecerá una reflexión aquilatada sobre las causas de la tormenta y una interpretación certera sobre las motivaciones del demonio que azotó el mundo y que intentó cambiarlo a su antojo utilizando el despiadado método de tergiversarlo, para poder reinar sobre las confusiones.

El libro hace una defensa noble de la libertad general y de prensa, tan censurada por el emperador: "Mi padre solía decirme que si en Francia se publicara un periódico libre de censura, éste haría más daño a Bonaparte que un ejército de cien mil soldados".

El libro deja generosa constancia del monstruo y señala su paralelo con los del pasado y con los del presente, divulgando sus tretas para el engaño y para la fragua de la maldad. Napoleón y su gobierno tienen algo en común: el desprecio por el intelecto. La bestia se entiende salvadora y procura el engaño: "Había presentado la paz a Francia como si fuera una esperanza que iba unida a su gobierno, cuando en realidad defendía la guerra perpetua". Cuando intenta hablar, pervierte la lengua y la trastoca para sus fines malsanos: "Ha descubierto que el artificio verbal es mucho más efectivo que el disfraz del silencio e inculca en sus interlocutores las frases que le interesa que se repitan". Atapuza a los bobos con verbos comunes y vacíos: "La revolución ha contado para todo aquello que ha querido con ciertas palabras destinadas a llenar la boca de los tontos".

Si de moral se trata, será inmoral: "Su mayor talento consiste en asustar a los débiles y sacar provecho de los inmorales y en apoyarse, contra unos hombres que valían más que él, en sentimientos que valían más que esos hombres". En suma, la escritura lo entiende malo, desmañado y audaz: "Albergaba el infierno en el corazón y el caos en la cabeza; la desmaña de un advenedizo se había unido a la audacia de un tirano".

Al morir, en 1817, Madame de Staël habrá vivido la derrota de su expoliador en Waterloo. Sin embargo, nunca sabrá que le espera condena y muerte en la distante y calda Santa Helena. No importa, ha hecho a Satanás pagar sus culpas en libro tan despiadado como fulminante. Lo hace literatura y eso convierte a la desterrada en un ser grande, pues clama clemencia para el íncubo. Lo hace digno de lástima; el peor castigo para el tirano.

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