domingo, 20 de junio de 2010

Para el desarchivo: Delgado Chalbaud


Texto para la discusión
LB

Carlos Delgado Chalbaud (Caracas, 20/02/09 – 13/11/50), uno de los militares de mayor formación académica en Venezuela. Escapó después de acompañar la fracasada invasión de su padre, Román Delgado Chalbaud. Culmina los estudios de ingeniería en París y, al regresar a Venezuela, el Presidente López Contreras lo envía a realizar estudios a la Escuela Superior de Guerra de Versalles, nombrándolo luego capitán adjunto al Servicio de Ingeniería Militar por su excelente desempeño. Forma parte de la Junta de Gobierno en 1945 y, siendo ministro de la Defensa, encabeza un golpe de Estado contra el Presidente Rómulo Gallegos. Preside la Junta Militar y se dispone a convocar a elecciones populares en 1950, cuando el 13 de noviembre es secuestrado y últimado por el grupo dirigido por Rafael Simón Urbina.

EL NACIONAL, Caracas, 23/10/98
Las tres m: milicianos, militantes y militares
Jesús Sanoja Hernández
De "las tres m" por razones que están a la vista, trataré hoy tan sólo la m militar, dejando a los milicianos adecos, magnificados en el himno que compuso Andrés Eloy, y a los militantes de todos los partidos, ya fugados hacia campos más pragmáticos y enriquecedores, para artículos sin fecha fija. Todo depende de lo que suceda de aquí al 8 de noviembre, o entre el 8 de noviembre y el 6D, o entre el 6D y febrero de 1999. Este último mes, por lo demás, es símbolo castrense desde hace un sexenio, como bien deben recordarlo CAP y el presidente Caldera. Y no digo Chávez...
Repetiré lo que tantas veces muchos hemos proclamado y ante lo cual AD, desde el 24 de noviembre de 1948, se ha hecho la sordomuda: que la culpa directa de la intervención de los militares en la política la tiene "el padre de la democracia", Rómulo Betancourt. Es probable que la logia militar que desde antes del 18 de octubre de 1945 planificó el golpe, lo habría dado aún sin la complicidad del cenáculo adeco del cual Betancourt fue actor y vocero, pero en ese hipotético caso lo habría consumado sin el sello de garantía que le otorgó un partido que desde 1959, cuando Betancourt retornó al poder por la vía del voto, se ha impuesto como norma condenar los golpes militares y cambiar con saña institucional (y a veces con maña) a los civiles que a ellos aparezcan asociados.
Está escrito, y los adecos no podrán borrar esa página manchada en su momento presentada como la carta magna de la revolución venezolana. Betancourt y los otros tres o cuatro que estaban en el secreto de la conspiración, les abrieron el camino del poder a Delgado Chalbaud, Llovera Páez y a ese muerto que todavía vive gracias al pecado del pater de la democracia: Marcos Evangelista Pérez Jiménez, residente en la mansión de La Moraleja gracias a dineros multiplicados por ahorros milagrosamente reproductivos.
Y conste que el 18 de octubre no trajo exclusivamente el desplazamiento de AD del poder, al producirse la "contrarrevolución del 24 de noviembre", sino también el desconocimiento de las elecciones de 1952, cuando la Asamblea Constituyente, arrolladoramente integrada por URD y la unidad popular, fue desconocida por el tercer golpe de la cadena, el 2 de diciembre, fecha que Pérez Jiménez quiso convertir en memorable. Ese era el día de las inauguraciones de bloques, autopistas y, dentro de la doctrina del Nuevo Ideal Nacional, de las edificaciones militares.
Sin 18 de octubre tampoco habría necesitado Pérez Jiménez montar la farsa del plebiscito de 1957, justo la que precipitó la "fractura de las FAN" y la confluencia de sectores de ellas con la Junta Patriótica y el despertar de las masas entre el 2 y el 23 de enero de 1958. Los militares que derrocaron a Pérez Jiménez contaron previamente con incesantes manifestaciones callejeras y con la huelga de prensa del 21 de enero, decretada por periodistas, empresarios y trabajadores gráficos. La acción civil no fue en ningún momento la actuación de un grupito de conspiradores asociados a ciertos cuarteles, sino un desafío valiente a la dictadura en el cual participaron los cuadros sobrevivientes de los cuatro partidos históricos. Betancourt no estaba aquí, pero pronto lo estaría. Lo primero que dijo al llegar era que regresaba sin ambiciones de poder.
Su victoria fue legítima en 1958 y abrió paso al modelo de Punto Fijo, un consenso de élites que trascendió al simple acuerdo del 31 de octubre de 1958. La izquierda cometió el error, ante la temprana represión del régimen betancourista, de alzarse en armas y de asociarse, no sólo con oficiales que habían contribuido al derrocamiento de Pérez Jiménez, sino de hacerlo con algunos que habían conspirado contra el régimen provisional de la Junta presidida por Larrazábal. Como sea, comunistas, miristas y fidelistas, arriesgaron pellejo y futuro en una jugada prematura, siempre en búsqueda del Mesías o tal vez creyéndose, cada uno a su turno, el Mesías.
En 1965, ante incesantes rumores golpistas, el ministro de Defensa, que lo fue durante todo el quinquenio de Leoni, pronunció una frase cuyo futuro se encargó de enterrar Chávez: "En Venezuela se terminaron los golpes de Estado". Parecía en 1968 que la predicción de Ramón Florencio Gómez se cumpliría plenamente. Siguió pareciéndolo cuando Caldera guillotinó al general Pablo Flores en 1969, y más tarde despidió al general García Villasmil. Parecía verdad eterna en los tiempos del primer Pérez, cuando en el Cono Sur se llenaban los palacios presidenciales de juntas militares, mientras aquí el bipartidismo nadaba en la abundancia y controlaba en el Senado los ascensos, pasándolos por el cedazo político. Parecía irrefutable en los días en que Luis Herrera gobernaba "tranquilo y sin nervios". Siguió parecido durante el período de Lusinchi cuando Blanca Ibáñez lució uniforme en la batalla trágica de El Limón. Y nadie imaginaba la interrupción del juego (salvo el grupo juramentado bajo el Samán de Güere) cuando Pérez montó la fiesta de la coronación en el complejo Teresa Carreño.
Lo de ahora, yerno contra pretendiente, es sólo una consecuencia. La política se metió en los cuarteles y ahora los cuarteles se lanzan a la política. Busquen a los culpables.


(Ilustración y datos biográficos básicos, tomados de: El Nacional – Funtrapet “Rostros y personajes de Venezuela”, Caracas, fascículo nr. 24, 2002. Colección privada: Carlos Delgado Chalbaud en París, 18 años de edad)

1 comentario:

  1. El Coronel Carlos Delgado Chalbaud, de no haber muerto la historia de Venezuela seria otra, creo que despúes del Libertador este militar hubiese consolidado las bases de una potencia en todos los ambitos en Latinoamérica. Con respecto a lo demás sin faltarle el respeto a ningún compatriota Rómulo Betarcourt el llamado padre de la "Democracia" es el culpable intelectual de todo lo que vivimos ahora, el participó en los juegos sucios desde Medina angarita hasta la Caida del General Peréz Jiménez, y al final el poder fue de el....

    ResponderEliminar